Refugiados climáticos es un término que seguramente sigue chocando como si sequías o inundaciones -y todo lo que ello provoca- que hace muchos lugares apenas sitios donde sobrevivir o morir poco a poco, fueran accidentes, imponderables.
Mientras nos acostumbramos y no al término, millones de personas son, desde hace años,... eso, refugiados climáticos, como tantos de los que llegan -o se quedan en el camino- buscando las puertas del mundo rico europeo.
Por supuesto, la cosa no parece que vaya a mejorar. ACNUR sabe de esas cosas y pone números al futuro cercano que resultan aterradores. El cambio climático -responsable de 9 de cada 10 desastres naturales, que se han duplicado en los últimos 20 años, según esta organización- lidera la responsabilidad de estas huidas masivas pero no es el único responsable ni mucho menos: la contaminación por intensos procesos industriales y mineros, el agotamiento de los suelos, etc. aseguran muchos más millones de refugiados -y cada refugiado es una persona.
A todo ésto, ya sabemos, los más contaminantes marean, regatean, desvían la mirada a la hora de frenar realmente sus emisiones, mientras van y vienen a cumbres. Quizá seguimos pensando que siempre serán africanos los que huyan de tierras resecas con esqueletos de vacas por el camino pero hemos visto hace poco -como bien apunta el artículo citado- que los ricos también lloran cuando la naturaleza llega a sus límites.
Artículo citado: Desplazados climáticos: el éxodo forzado por el cambio climático