domingo, 30 de agosto de 2020

Al hilo de... El oro que reluce en la defensa del medio ambiente

La defensa del medio ambiente no es ajena a las miseria y grandezas humanas. Hemos visto aquí, más de una vez, cómo las cosas muchas veces no son lo que parecen, para bien y para mal, y a continuación vamos a ver dos ejemplos, uno de cada uno, ambos discutibles, porque en todas partes prevalencen los grises -del claro clarísimo al oscuro casi negro- sobre el blanco y el negro.

Conocido es que la organización de defensa de los derechos indígenas, Survival, tiene enfilada desde hace años a la organización conservacionista WWF, y no sin motivo, por la manera que tiene de entender, en muchos casos, cómo conservar la naturaleza. 
De una manera más amplia, en días pasados Fiore Longo, directora de la organización en Francia y España resumía muy bien prácticas conservacionistas que hacen aguas:

Tanto en la América de siglo XIX como en gran parte de África y Asia en la actualidad, la “conservación” significa que los guardianes originales no pueden vivir en sus tierras ancestrales, pero los turistas (hasta esta pandemia global) podían viajar a ellas en sus vacaciones. A la gente local se le prohíbe cazar para comer, pero los extranjeros pueden cazar por deporte; las comunidades indígenas no pueden usar recursos de los que dependen para sobrevivir, pero encontraremos una forma de justificar la tala de árboles para tener un nuevo y lujoso mueble en el salón porque lo que tenemos parece ya un poco viejo.

Leyendo, leyendo, encontraba ayer mismo otras prácticas que, para algunas personas, viniendo de donde vienen, poco podían aportar a la defensa del medio ambiente o mucho otro podía haber por detrás, pero lo cierto es que los hechos ahí están, como lo están sus efectos beneficiosos, sin "efectos secundarios", que sepamos.
Me refiero a Laudato Tree, una iniciativa impulsada desde Irlanda para luchar contra el avance del desierto en África, desde una visión cristiana, y, en palabras del arzobispo de Armagh, por amor al Dios Creador y por el desarrollo humano integral -esto último, algo que falta en iniciativas como las resumidas más arriba. Siguiendo la Encíclica del Papa, Laudato si, de 2015, la "versión" irlandesa busca crear un muro de árboles de 8.000 kilómetros de largo y 15 de ancho entre Dakar y Yibuti. Cada donación de 60€ recibida por los organizadores se transforma en un árbol en Irlanda y cinco en África. Los resultados se van viendo en países como Ghana y Burkina Faso.

¿Dejamos los prejuicios y actuamos?

sábado, 22 de agosto de 2020

Apuntes para un libro vivo. Todo arde

Son tiempos de desinformación, más aún, sobre muchos temas cuando el coronavirus ocupa casi todo el espacio informativo -hasta el fútbol se tiene que echar a un lado. ¿Es por ello quizá que conocemos este año de muchos menos incendios forestales o porque el ser humano, sin estar confinado, ha limitado voluntariamente sus movimientos?
Es buena pregunta, pero lo cierto es que si acaso nuestra península está escapando al azote anual -y no sólo estival- de incendios forestales, algo que, confieso, desconozco, el mundo cada vez arde más... aunque no nos enteremos. Ya se ha hablado aquí de los recurrentes incendios de Siberia, de la taiga y si la cuenca del Amazonas o del Congo no están generando este tipo de noticias -insisto: no lo sabemos, estamos en manos de los informantes- en otros lugares los bosques arden como si ese Todo arde del título fuera mucho más que un atractivo titular.

El Pantanal, el humedal más grande del mundo, que está en el Matto Grosso brasileño y ocupa también partes de Bolivia y Paraguay, arde, como lo hiciera el año pasado. El motivo está es que el volumen de sus aguas es el menor en los últimos 47 años. Con un 50% menos de lluvias que el año pasado y sus puntos calientes multiplicados por 2,5 veces no extraña que 767.000 hectáreas, de sus 16 millones, hayan sido arrasados ya por el fuego. Pero más grave aún es que esta cifra aún está lejos de la superficie media que se quema cada año. ¿Las consecuencias para el clima del planeta, para nuestras vidas? Ya las iremos viendo.

Pero no es Sudamérica la única que arde sin importar demasiado. Alguien parece haber decidido a no informar o informar poco de otros terribles incendios en el país más poderoso del mundo -aunque incapaz de controlarlos, como a la pandemia de coronavirus- California arde desde hace días debido al calor veraniego -no diremos ola- con diferentes focos que han quemado miles de hectáreas -sumarían unas 400.000, de momento-, que han hecho huir a personas de sus hogares y que están cerca de lugares tan conocidos como la bahía de San Francisco o Sacramento. Curiosamente, el fuego azota al Estado con más contagiados por COVID-19 del país.

Curiosamente, también, estos impresionantes incendios ocurren, principalmente, en países gobernados por dos de los mayores ineptos en materia medioambiental -y mucho más- que ha dado la política mundial en los últimos años: Trump y Bolsonaro. Desgraciadamente, no son los únicos, ni países azotados por incendios forestales ni gobernados por nulidades en lo medioambiental.

                                                           

domingo, 9 de agosto de 2020

Apunte para un libro vivo. ¿Qué fue del chapapote de Madrid?


En 2013 el profesor José Luis Olmo y yo publicábamos en internet una pequeña revista, Revista Ecoaula, sobre medio ambiente, naturaleza y ciencia. Me enteré por entonces de uno de esos pequeños -o no tanto- desastres medioambientales que tenemos cerca y pasan desapercibidos. A unos cientos de metros de una importante urbe y en pleno centro de nuestro país se podían contemplar imágenes idénticas a las que nos conmovieron en 1991 cuando el ejército iraquí vertió intencionadamente petróleo en Kuwait y nos recordaba el famoso chapapote del vertido del Prestige en las costas gallegas.


Aquello ocurría en la provincia de Madrid, en Arganda del Rey, era una inmensa laguna artificial llena de toneladas de aceite, proveniente, paradójicamente, de una empresa de reciclaje, que nunca asumirá sus responsabilidades. Aquellos residuos contaminantes ponían en peligro el medio ambiente de la comarca y la salud de sus habitantes y en él, confundido desde el aire con aguas cristalinas, morían miles de aves. Siguiendo mi costumbre, que era también de la revista, acudí a ecologistas de la zona y a instituciones madrileñas y de ambos conseguí sendas entrevistas para, además de informar, conocer las dos versiones. En 2017 también cité este asunto en mi libro, como un ejemplo de todos esos desastres medioambientales olvidados.
Solución complicada tenía aquello entonces y, aunque se está solucionando, largo se fía la recuperación total de la zona. En 2014 comenzaron los primeros trabajos. Actualmente se encuentran en la mitad de la segunda fase, tras incumplirse, como siempre, los plazos. Para 2024 se espera que aquella zona vuelva a la "normalidad", con aves volando libremente y sin más ambiente envenenado del que de por sí aporta nuestra vida cotidiana.

Los detalles de la recuperación se pueden ver, por ejemplo, aquí y aquí, por no abundar en este espacio. Hay una nota positiva: la energía que se está consiguiendo utilizando como combustible todos esos residuos... sin buscar más detalle. La lecciones a extraer... muchas: lo insidiosas que pueden ser "medidas medioambientales", como aquel proyecto de reciclaje celebrado en su día por la prensa; la impunidad que acompaña a quien daña el medio ambiente y la salud, la eterna "responsabilidad subsidaria" de, al final, la ciudadanía, y que los daños que se producen al medio ambiente, en el mejor de los casos, se tardan mucho tiempo en arreglar... Y que la perseverancia de la gente -léase los que denunciaron y pelearon para que esto acabara- también da resultados.

domingo, 2 de agosto de 2020

Apuntes para un libro vivo. Tantas razones para no comer carne -o comer mucha menos

Normalmente divido los motivos para no comer carne -o comer mucha, muchísima menos de la que comemos- en tres apartados: por salud, por el medio ambiente, por conciencia -siendo todas ellas igual de importantes, a nivel general.
La más controvertida seguramente es la de la de la salud, así que no voy a hablar de ella en este breve espacio. Sí, en cambio, traigo algunos nuevos datos o informaciones para que quien come carne -más o menos- se replantee dejar de hacerlo o reducir notablemente la cantidad.

Empezamos por los motivos que, incluso, pueden considerarse egoístas, porque van en nuestro propio beneficio: no finiquitar este planeta -curiosamente el único lugar que tenemos para vivir- empleando inmensos recursos finitos en producir carne cuya producción, por otra parte, emite grande emisiones de CO2.
Un dato: por si alguien no lo sabe, en nuestro planeta falta agua -2.100 millones de personas no disponían de agua potable en 2017- y las predicciones indican que esto no va a mejorar, sino todo lo contrario. En cambio es mayoritaria una dieta -la basada en carne, ver cuadro- que consume más de 15.000 litros de agua diarios para su mantenimiento mientras la ovolacteovegetariana no llega a los 4.500 y la vegana apenas pasa los 1.000.

Y si la anterior razón tenía su componente egoísta -que no siempre es malo-, ahora vamos a hablar de conciencia para evitar el consumo de carne: a primeros de junio, la directora de Publico.es junto a la presidenta del PACMA
documentaron mediante imágenes la realidad de las granjas de pollos, esa carne barata y "saludable" que lleva cada día al matadero a cerca de dos millones de individuos que viven cada vez menos días y durante éstos son tratados no como seres vivos, sino como un objeto que tiene que producir mucha carne al menor coste posible -engorde artificial, inmovilización, hacinamiento... No nos puede sorprender la brutalidad de esas u otras imágenes porque sólo así se puede conseguir tanta carne barata. 
Antes de escandalizarnos con esas u otras imágenes de cómo viven y cómo se trata a estos u otros animales en las fábricas de carne que son las granjas, reflexionemos y, hagan la prueba: vean esas imágenes antes de comerse el celebrado chuletón o unos pots de pollo... a ver qué pasa.

"Cobalto rojo", un libro para no mirar hacia otro lado

Hace falta valor para tener una editorial y publicar un libro como Cobalto rojo , que es de esos que te cuentan cosas que no gusta saber, po...