domingo, 19 de marzo de 2023

El dinero, la principal (o la única) razón

Resulta difícil ahora mismo, sea en una ciudad, pueblo, polígono industrial o hasta edificios públicos, no ver múltiples tejados cubiertos total o parcialmente por paneles solares, aprovechando así la energía descomunal y gratuita que recibimos continuamente del Sol. Era esto, la necesidad de desarrollar masivamente energías alternativas, menos sucias, para frenar las desastrosas emisiones de CO2 y reducir el consumo de combustibles que se están agotando, una reclamación de ecologistas, científicos y demás gente con raciocinio que se venía haciendo desde hacía décadas. Así que podemos deducir que, por fin, se ha hecho la luz en los cerebros de nuestra sociedad y hemos cogido un camino que será bueno para el común de la gente y el planeta.

Pues no.

Esa "luz" se ha hecho presionados por una descontrolada subida de precios de la electricidad, el gas, etc. etc. por un cúmulo de causas y que ha hecho un agujero en las economías domésticas, empresariales e institucionales. No se ha pretendido, en la mayoría de los casos, frenar el cambio climático, el agotamiento de recursos, la mortífera contaminación, el deterioro desbocado de la naturaleza... Sólo se ha buscado ahorrar dinero con lo que no es arriesgado afirmar que en el improbable caso de que descendieran los precios de la energía hasta no hacer rentable las instalaciones fotovoltaicas se frenaría la proliferación de paneles en nuestros tejados, seguramente hasta pararse en seco.

Conclusión, y no suele ser el caso que, tras dos párrafos se obtenga una conclusión, pero aquí está claro, sólo tomaremos medidas para defender el medio ambiente, la naturaleza y el planeta si existe un beneficio económico. Cien razones para hacerlo no valdrán tanto como una sola económica.

Este blog se creó para desarrollar y actualizar los temas que trataba en mi libro Todo lo que el medio ambiente puede hacer por ti. El medio ambiente como solución donde, precisamente, la idea básica era ésa: que un medio ambiente en buenas condiciones nos ofrecía ventajas reales, cotidianas y tangibles a nuestros problemas reales, cotidianos y tangibles como creación de empleo, ahorro económico, salud, etc. etc. etc. ... además de evitar llevarnos al desastre. Y está claro: o notamos en nuestro bolsillo que el esfuerzo -muchas veces muy liviano- de defender el medio ambiente nos tiene cuenta o sufriremos en nuestro bolsillo, nuestro cuerpo y nuestra mente el no hacerlo.

Leía hace poco en la última edición de la impagable publicación Ballena Blanca un artículo de Aniol Esteban, economista ambiental y biólogo marino, sobre la contabilidad del capital natural. Participó en el estudio sobre la creación de la reserva marina de interés pesquero de Cala Ratjada en la isla de Mallorca que, por supuesto, tuvo la oposición frontal del sector náutico y el turístico... hasta que resultó que la reserva generaría diez veces más beneficios que los costes de mantenimiento. Los que se oponían a la reserva, ahora la aman, pese a que, si por ellos hubiera sido, todo el mundo sería más pobre y aquellas aguas estarían más degradadas con un futuro pésimo. 

¿Cuántos de los que ahora hacen negocio -en el buen sentido de la palabra- con la explosión de empresas instaladoras de placas fotovoltaicas miraban con incredulidad -en el mejor de los casos- cuando alguien defendía este tipo de energía? ¿Y cuántos de los que ahora se enriquecen -ya a otro nivel- con el desarrollo masivo de esta energía no hicieron todo lo posible porque no existiera?

Dejémonos, pues, de mensajes, positivos o negativos, sobre mares ahogados, colapso socioeconómico, especies que desaparecen para siempre, etc. etc. etc. Hablemos de dinero, el único idioma que nuestra sociedad entiende. Si las cuentas cuadran, tendremos "ecologistas de toda la vida" para regalar, si no, nos pudriremos haciendo las cosas tan rematadamente mal como las venimos haciendo.

Pongamos un poco de música, para suavizar el texto. ¿Se acuerdan de aquella película, Cabaret? Pues money, money... money, money.

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