domingo, 3 de enero de 2021

Apuntes para un libro vivo. El coche eléctrico, una falsa alternativa ecológica

Tras décadas de advertencias, evidencias, noticias, etc. sobre el impacto humano en el medio ambiente y la naturaleza, el daño para estos y sus consecuencias nefastas para nuestra vida y el planeta, estamos empezando a creernos que todo aquello que nos decían –alteración del clima, agotamiento del petróleo, consecuencias para nuestra salud, por ejemplo- era cierto. Lo hacemos, eso sí, después de que las consecuencias del deterioro medioambiental comienzan a ser evidentes, tangibles, y nos saltan a la cara, llegan hasta nuestras propias casas y resultan tan obvias que no necesitamos ningún informe ni estudio para creernos que algo está pasando, para sospechar que algo estamos haciendo mal, si bien ese maltrato al planeta lleva años causando sufrimiento a millones de personas en otras latitudes.

Ante esta situación estamos reaccionando y buscando desarrollar alternativas en todos los ámbitos de nuestra existencia: producción, consumo, transporte, energía, alimentación… Nos cuesta poco nombrar a esas alternativas como ecológicas, verdes, limpias… pero, en determinados casos, un análisis  reposado nos puede llevar a la conclusión de que las cosas no son como parecen e, incluso, algunas de esas alternativas pueden resultar contraproducentes para lo que se pretende.

A mi entender, y al de otras personas, el coche eléctrico, en pleno “boom” expansivo, es uno de esos casos.

El coche eléctrico tiene grandes e indiscutibles ventajas: no emite CO2 al circular, reduce notablemente la emisión de partículas peligrosas para nuestra salud, son mucho menos ruidosos que los convencionales y aprovechan mucho mejor la energía que reciben, resultando hasta seis o siete veces más eficientes que los que se mueven con derivados del petróleo. Hasta ahí todo correcto… hasta que abrimos el plano.

Parece de perogrullo, pero hay que recordar que el coche eléctrico consume energía para moverse: energía eléctrica que ha de producirse utilizando diversas fuentes energéticas. En función del tipo de fuentes utilizadas, el coche eléctrico estará emitiendo CO2 en mayor o menor medida; éste no saldrá por su tubo de escape mientras circula por calles o carreteras, pero acabará en nuestra saturada atmósfera, contribuyendo igualmente al calentamiento global. Es cierto que, al menos en nuestro país, siempre emitirá menos CO2 que los diesel o gasolina, porque el mix actual de producción eléctrica contiene un alto porcentaje de energías de fuentes renovables y cada vez menos de combustibles fósiles.

Pero aquí, también, no hay que dejarse llevar por las apariencias: si el mismo modelo de coche emitirá menos CO2 al consumir energía eléctrica en lugar de gasolina –aunque, insisto, seguirá emitiendo cantidades importantes- si se recarga en nuestro país, ¿qué ocurrirá en otros países más dependientes del petróleo o el carbón y con menos regulaciones medioambientales? No debemos olvidar, en este caso, que el cambio climático es una cuestión planetaria, que el hecho de que el CO2 salga hacia la atmósfera desde un lugar u otro no nos libra de sus consecuencias. Podemos pensar, también, que ese futuro que nos anuncian de energía producida íntegramente a través de fuentes renovables nos llevará, cuanto esto ocurra –y si ocurre alguna vez- a disponer de coches sin ningún tipo de emisiones… pero no debemos olvidar que la producción de electricidad con energía eólica o solar también produce, aunque en menor medida, gases que favorecen el calentamiento global.

Es fundamental no olvidarse de que las emisiones de CO2 de cualquier automóvil, consuma un combustible u otro, no se producen solamente cuando circula. La fabricación del vehículo –incluyendo extracción de los materiales necesarios, transporte de estos, ensamblaje, etc., etc.- supone una parte muy importante en la cantidad de CO2 que emite a lo largo de la vida del coche (Agencia Europea de Medio Ambiente) y fabricar un coche eléctrico supone, aproximadamente, el doble de emisiones que un coche convencional –ver cuadro adjunto.

Además, las enormes baterías de los coches eléctricos (la versión eléctrica del Renault Clio, el Renault Zoe, porta una batería de unos 300 kgs., 1/5 del peso total del vehículo) necesitan gran cantidad de minerales, todos ellos, por supuesto, recursos finitos, como litio, cobalto o tierras raras. Su minería, como toda en general, es muy contaminante y su extracción consume grandes cantidades de energía. Por otra parte, una generalización de la producción de vehículos eléctricos conllevaría el riesgo de escasez o agotamiento de estos minerales y su producción puede dar lugar a crisis geopolíticas, como ha venido ocurriendo con el petróleo (gran parte de las reservas mundiales de litio están en una zona que comparten Chile, Argentina y Bolivia mientras China controla casi toda la producción mundial de tierras raras) o crisis humanitarias (las mayores reservas de cobalto se encuentran en la R. D. del Congo, martirizada de por sí por las guerras por minerales como el coltan o el oro)

La masificación del uso del coche eléctrico necesita un aumento exponencial de infraestructuras tanto para su fabricación, recarga como abastecimiento energético. Las actuales fábricas de automóviles térmicos tendrán que adaptar su maquinaria e instalaciones, o crear unas nuevas, para fabricarlos eléctricos, al igual que las fábricas de baterías. En cuanto a los puntos de recarga, sólo en España, que actualmente tiene unos 5.000 en zonas urbanas, pasaría a haber dentro de 15 años unos 110.000, según los cálculos de Red Eléctrica Española. Esta misma empresa  calcula que cada millón de vehículos eléctricos supone producir un 1% más de energía eléctrica y actualmente en nuestro país circulan 24 millones de turismos y cerca de 2,5 millones de furgonetas –además de otros tipos de vehículos- (Anuario 2018 DGT), por lo que es fácil calcular el enorme aumento de producción eléctrica para sustituir semejante parque. La creación de las infraestructuras necesarias, además del aumento de producción eléctrica, conllevaría una enorme generación de CO2 y otros gases en los próximos años sólo en nuestro país, con sobreproducción de energía; mucho más en países con un menor desarrollo de estas infraestructuras.

Por último matizar algunas de las ventajas del coche eléctrico. El motor de un coche eléctrico no emite ruido, lo que reduce notablemente la contaminación acústica de las ciudades. Tanto es así que, por Ley, tendrán que hacer ruido de 0 a 20 kms/h y en marcha atrás (Reglamento Delegado (UE) 2017/1576 de la Comisión de 26 de junio de 2017), para que se note su presencia. Pero el coche eléctrico puede ser ruidoso a mayores velocidades, como lo es cualquier otro coche, por el rozamiento con el suelo. En cuanto a partículas nocivas, en el caso de las  PM10, formadas a partir de polvo, cenizas, hollín, etc. los coches son responsables en buena parte de que queden suspendidas en el aire –y acaben en nuestro sistema respiratorio-, entre otras cosas por el desgaste de frenos y neumáticos y por la fricción de las ruedas sobre el asfalto. A este respecto, el coche eléctrico, al ser más pesado, sería responsable de un mayor número de ellas. Estos dos ejemplos vienen bien para no olvidar que los problemas medioambientales y de salud que crea el automóvil no están limitados al tipo de energía que consume, sino que tiene muchos otros –que no corresponde detallar en este artículo- independientemente de que sean térmicos o eléctricos.

Es de suponer que, como ha venido ocurriendo con el coche convencional o con otras muchas tecnologías, el desarrollo del mismo conseguirá reducciones en el consumo de materiales, mayor eficiencia energética, materiales alternativos o menor contaminación en sus procesos pero la realidad de la que partimos y que viviremos no sabemos durante cuánto tiempo, es la relatada.

Y, tras todo lo visto, ¿cuál es, en mi opinión, el mayor problema del coche eléctrico? Que quienes conducimos asumamos o creamos la falsa idea de que son ecológicos, no contaminan, no contribuyen al cambio climático, y no tengamos reparo en seguir utilizando el coche como se viene usando hasta ahora o más, aumentando su número por familia o comprando vehículos cada vez mayores. En definitiva que, con la conciencia plenamente tranquila, sigamos haciendo lo mismo y más.

Entonces, si tanto los vehículos diésel como los de gasolina son dañinos para la salud y el medio ambiente y contribuyen al cambio climático y los coches eléctricos también tienen numerosos impactos en esos ámbitos, ¿qué nos queda hacer?

En primer lugar no hay que descartar el uso de vehículos eléctricos, aunque de manera limitada, como vehículos de transporte público o en determinadas zonas y lugares. Pero, aun así, los problemas a los que nos enfrentamos en cuestiones de movilidad necesitan ser atacados de la misma manera que cualquier otro problema medioambiental: no basta con parches, con cambiar una cosa por otra para seguir haciendo lo mismo; hay que cambiar los modelos, las formas de actuar y hacerlo de forma ordenada pero contundente. El coche no puede seguir siendo el centro, el amo y señor, de todo lo relacionado con nuestra movilidad, de nuestra rutina diaria para ir de un sitio a otro, incluso de cómo diseñamos las ciudades, que están hechas cada vez más para recorrer grandes distancias de manera habitual. Nuevas formas de utilizar el coche como los coches compartidos, el alquiler por tiempo muy breve, automóviles más pequeños, desarrollo exponencial del transporte público de todo tipo junto a un urbanismo basado en las personas y una vida más saludable son algunos ejemplos de todo lo que se puede hacer para transformar de verdad la realidad actual y luchar contra el deterioro medioambiental, el agotamiento de recursos naturales y el cambio climático.

 

Fuentes y bibliografía:

para la elaboración de este artículo, además de las fuentes referenciadas en el propio texto, se han consultado, entre otras, publicaciones relacionadas con el mundo del motor, como motorpasion.com, autopista.es, forocochesletricos.com, sección de motor de El País, canal en youtube de Juan Francisco Calero –periodista especializado en motor-, la web de la Dirección General de Tráfico y la de Volkswagen.  Así mismo, el informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente, Electric vehicles from life cycle and circular economy perspectives. Sobre minerales utilizados en el coche eléctrico, número de marzo de 2019 de la revista de medio ambiente y economía Ballena Blanca

 

(Publicado en la revista “Vereda de los hombres” 2020. Presentado en la Biblioteca Pública Lope de Vega de Manzanares el 6 de marzo de 2020, unos días antes de que todo empezara)

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