Lo importante era el sueldo que se ganaba, el coste de la vivienda, disponer de empleo, la seguridad, la salud... y todo ello se contraponía a lo que desde algunas disciplinas, organizaciones o personas se pretendía que pasara a estar en el centro del debate y de la acción de la sociedad. El patito feo de todo ello era cualquier cosa relacionada con la protección y defensa del medio ambiente y muy especialmente todo lo que oliera a ecologismo, destacando como distraedor especial de lo importante, el cambio climático.
Como digo, no era ya que la protección de un humedal, la deforestación o controlar la calidad del aire fueran temas secundarios, sino que iban contra lo importante: mantener un humedal -¿para qué era bueno eso?- restaba posibilidades de regadío a la agricultura, conservar una arboleda podía frenar un gran proyecto urbanístico -y sus correspondientes puestos de trabajo, aumento del PIB, etc. etc.- y controlar la calidad del aire, subiendo un poco el tono, podía ir hasta contra la libertad del individuo de desplazarse como quisiera.
Hubiera sido interesante confrontar con los defensores de ese lema, Vota lo importante, y preguntarles si la salud no es importante. La salud que mella la polución en las ciudades, la contaminación del agua que bebemos... Pero más allá, les podíamos haber preguntado si no es importante el empleo, el disponer de alimentos, el mantener abierto un negocio y una empresa y, me temo, ahí hubiéramos visto -en las caras de esos políticos, pero en la de muchos otros de otros partidos, en la de empresarios, sindicalistas, y muchísima gente normal- un gesto como si les estuviéramos tomando el pelo. Porque sí, se puede relacionar la salud humana y la del medio ambiente pero ¿lo demás?
Pero sí, vamos a ir entendiendo esa relación, pero rememorando el la letra con sangre entra, porque lo vamos entendiendo a base de nuestras desgracias, mientras hemos ignorado durante mucho tiempo la de otros. Empezamos a entender que hemos puesto patas arriba el clima y el calor es aplastante en abril, se pasan los meses sin llover, y luego llueve en junio, y nos quedamos sin melones y sandías, y la cosecha de cereales es desastrosa, y la vendimia se adelanta una barbaridad. Que los monzones se hayan retrasado un mes y la India, gran exportadora mundial de arroz no suelte un grano... lo mismo todavía no nos llega, aunque les llegará trágicamente a otros, pero se une a los síntomas de que se está poniendo en jaque nada más y nada menos que nuestra comida diaria.
La hostelería, que tanto celebraba el mal llamado buen tiempo, se queja de menos comidas servidas por el tremendo calor, las playas mediterráneas -con la temperatura de los mares enloquecidas- van perdiendo su atractivo refrescante y las altas temperaturas en países que nos enviaban turistas a millones les hace a ellos más interesantes sus propias playas. ¿Se me verá como un pajarraco negro si me atrevo a preguntar por cuánto tiempo falta para que el gran motor de la economía nacional, el turismo, empiece a calarse?
Pasado el susto de Ucrania, Putin... parecemos seguros en nuestro consumo energético -muy caro, eso sí- y no parece haber más restricción que la económica de cada cual pero, aunque pasan inadvertidas, se suceden noticias de graves carencias de energía en grandes países -Sudáfrica, Bangladesh, Pakistán- o crisis alimentarias que van mas allá de las tradicionales -la pobre gente del Cuerno de África que nos remueve a veces la conciencia pero no altera el mundo- pueden hacer explotar grandes países -como Nigeria y sus 242 millones de habitantes- amenazando con tambalear el mundo como lo conocemos.
Nos vamos enterando, a golpes, de lo importante que es un medio ambiente y una naturaleza equilibrado y sano para que comamos, bebamos, respiremos... ¿o eso es menos importante que poder cambiar de coche o móvil con frecuencia, irse de vacaciones al otro lado del mundo o hasta tomar una cerveza en una terraza? Nos cuesta y nos costará seguir entendiendo que cada paso contra la naturaleza será un paso contra nuestros medios de vida, tener una vivienda digna o mantener un negocio.
Todo lo que tardemos en entenderlo definitivamente, sin librarnos del proceso irreversible que iniciamos hace tiempo y alimentamos con este malentendido, será sufrimiento a nuestras espaldas, que nos hará llegar cansados a los tiempos que ya están y vendrán. Y, para qué negarlo, mal pinta que sigamos avanzando en nuestro entendimiento cuando a cada vez mas frecuentes y largas sequías se enfrenta el querer llevar al agotamiento nuestros recursos hídricos -Doñana, La Mancha- o se pierde el tiempo vendiendo tecnologías maravillosas sin profundizar en ellas o, ante más días de calor, oponemos talas de árboles.
No te quieres enterar, decía la canción, pero nos enteraremos. Esperemos no perder más tiempo del que hemos perdido y que nos ha llevado donde estamos, en esa confusión de qué era y no era importante.