Los problemas medioambientales no se arreglan con sustituciones exclusivamente, por mucho que puedan ser necesarias: energía de fuentes renovables en lugar de fuentes fósiles, coche eléctrico en lugar de coche con gasolina o gasóleo, alimentos ecológicos en lugar de alimentos insostenibles. Se trata de cambiar el paradigma, las formas, la manera de ver las cosas.
Para ello es fundamental ver porqué ha pasado lo que ha pasado y no repetirlo.
¿Y por qué tenemos el planeta al borde del colapso? Por habernos adueñado de él y sus recursos y haberlos explotado sin tener en cuenta sus ciclos naturales de restitución, lo limitado de esos recursos, las consecuencias de todo ello.
¿Y por qué hemos actuado así? Porque nos hemos creído dueños de todo y ese todo lo hemos visto como algo exclusivamente material. Hemos aplicado una visión mercantilista: bosques, aire, agua, animales... todo lo hemos considerado objetos, mercancías, le hemos puesto precio y lo hemos consumido.
Y esto ha ocurrido independientemente del sistema económico -capitalismo, marxismo- porque el error fundamental es el que apuntaba: ver el medio ambiente y la naturaleza como una mercancía, da igual que se busque el beneficio particular o el colectivo; el fallo está en ponernos por encima de la naturaleza y desconocer que somos parte de ella.
La "transición ecológica" empieza a repetir los mismos
errores porque, en realidad, sólo se está sustituyendo el qué y no el cómo: se va acabando el petróleo y los mismos que han fabricado durante décadas vehículos que emitían CO2, contribuyendo al cambio climático que sufrimos, trampeando, incluso, al margen de la ley, empiezan a fabricar y a vendernos como gran solución el coche eléctrico. Las grandes superficies te pueden vender huevos fruto del sufrimiento de crueles prácticas productivas y al lado, huevos ecológicos. Los productores de "energías sucias" se meten en el negocio de las que quieren vendernos como "energías limpias".
Detrás no está el medio ambiente, la lucha contra el cambio climático... sino lo mismo de siempre: el beneficio empresarial, la explotación de nichos de negocio, las cotizaciones bursátiles... Y para ello no se va a reparar en gastos... que sufrirá la naturaleza. No importará el daño medioambiental que se necesite para extraer minerales necesarios para las enormes baterías de los coches eléctricos, si se ha de desforestar un territorio para conseguir lo necesario para producir energía eólica, si el alimento ecológico en cuestión tiene que recorrer medio mundo, contaminando, porque es más barato que el alimento ecológico local.
Los datos que publicaba la revista Ballena Blanca en su número 18 de marzo de este año sobre el mercado "renovable" son muy elocuentes a este respecto: grandes empresas, muchas de ellas forradas gracias a la emisión de CO2, invierten en este mercado (Iberdrola controla el 15%, Acciona el 13%, Endesa más del 6%, Naturgy casi el 5%)
Es un rico pastel económico, por ello constructoras como ACS -la del pozo Castor, por ejemplo- también poseen un 4% a través de una filial; fondos de inversión cuyo único fin es especular y ganar dinero -venga de donde venga- también se suman mientras son los menos quienes se meten en el negocio buscando el autoconsumo con menores daños a la naturaleza.
La Historia dicen que es cíclica y los humanos, los únicos animales que tropiezan en la misma piedra.
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