miércoles, 3 de julio de 2024

Hidrógeno verde, una revolución que cambia poco


La primera vez que escribí en Raíz y Rama fue en 2020 y lo hice sobre el coche eléctrico, entonces y ahora uno de los baluartes de la transición energética en la que estamos empeñadas y que trata de que con ciertos cambios sigamos haciendo lo mismo, pese a estar en una situación de emergencia climática y agotamiento de recursos. Se calificaba al coche eléctrico como una alternativa ecológica, verde, limpia y otra serie de calificativos que, a poco que se escarbara, resultaban en muchos casos medias verdades, cuando no mentiras.

domingo, 11 de febrero de 2024

"Cobalto rojo", un libro para no mirar hacia otro lado

Hace falta valor para tener una editorial y publicar un libro como Cobalto rojo, que es de esos que te cuentan cosas que no gusta saber, por lo que tampoco es que te lo vayan a quitar de las manos. Si además le añades un subtítulo como El Congo se desangra para que tú te conectes, sacas master en valentía porque, las pocas veces en que queremos ver estas realidades, les echamos la culpa de todo a multinacionales, gobiernos... pocas veces a la sociedad de la que formamos parte y que con su costumbre de consumir sin freno y sin hacer preguntas, es cómplice y beneficiaria de injusticias como las que narra el libro. Y eso no nos gusta que nos lo recuerden.

Su autor, Siddharth Kara, también le ha echado valor para investigar entre gente que no quiere que la verdad del negocio del cobalto se conozca y descender -literalmente- al inframundo donde personas se transmutan en seres casi sin rostro. Y lo ha hecho, además, transmitiéndonos las voces de los seres que, esclavizados por la pura necesidad de sobrevivir, viven la miseria de la minería artesanal del cobalto cada minuto de sus vidas.

El mundo entero se ha lanzado al Congo -República Democrática del Congo- decidido a no dejar un gramo de cobalto en sus riquísimas entrañas, a obtenerlo de la manera más barata posible, a costa de quien sea, y dejando a cambio en el país unas migajas y una destrucción de tierras, ecosistemas, ríos, lagos que vivirán durante décadas un pueblo que respira ácido sulfúrico, lleva cobalto y uranio en su sangre y ha ganado, en el mejor de los casos, un dólar al día.

Y lo que más incomoda es que al otro lado, enfrente de esas tierras ocres, con aspecto de haber sido bombardeadas por meteoritos, de hombres con ropas desgastadas, niños con la cara cubierta de polvo, mujeres con las manos destrozadas de lavar mineral, está nuestro mundo, los colores de las pantallas de ordenador que funcionan con cobalto, los modelos glamurosos de teléfonos móviles que funcionan con cobalto o los cada vez más mejorados diseños de coches eléctricos que funcionan con cobalto y con los que queremos enmendar los daños irreparables de nuestra sociedad de consumo. Enfrente, pero relacionados, como nos muestra Cobalto rojo, porque si lo primero no fuera como es exactamente, lo segundo sería patrimonio de unos pocos y tendríamos un mundo muy diferente.

Siddharth Kara ha tenido otra gran virtud en el desarrollo de este libro. Ha sabido incrustar la Historia del Congo, todas los otros minerales y recursos que han alimentado el desarrollo del mundo y mantenido al país en la miseria, todos los hechos históricos que hacen posible hoy ese saqueo internacional en el que unen fuerzas congoleños corruptos y extranjeros ávidos de riqueza, porque las cosas no pasan porque sí y siempre hay un origen que pudo ser distinto.

Pero bueno, ahí está el libro, ahí están quienes lo están leyendo, quienes se están enterando de lo que pasa... De algo valdrá, ¿no?, ¿o tendrá razón esa sabia congoleña que le dijo al autor?: 

Todos los días muere gente por el cobalto. Describir eso no cambiará nada.


Julián Gómez-Cambronero Alcolea

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domingo, 12 de noviembre de 2023

Lo que no quieras para ti

El Tribunal Superior de Galicia paraliza la explotación de la única mina de coltán de Europa en Viana do Bolo (Ourense) era un titular que nos encontrábamos hace menos de un mes, lo cual debería de llenar de alegría a toda las personas que se preocupan por el medio ambiente y un planeta saludable... pero, en el punto y momento al que hemos llegado la cosa es mucho más complicada.

La mina en cuestión es la única en el suelo de Europa, un continente que, como en general el mundo desarrollado y el que está desarrollándose, necesita un flujo continuo y creciente de minerales como el coltán y muchos otros. Sin entrar al detalle de los males que esa explotación minera ha provocado y provocaría en la comarca gallega en cuestión son, seguramente, parecidos o inferiores a los que provoca cualquier otra actividad minera en cualquier otra parte del mundo. En los últimos años la población de muchas regiones de España, como es completamente comprensible, se ha opuesto con uñas y dientes a actividades mineras o industriales que, aunque nos abastecerían de recursos y energía, podían causar gravísimos daños al lugar en el que vivimos y a nuestra propia salud (La Mancha es un buen ejemplo que conozco, con su oposición al cementerio nuclear, el fracking y la explotación de tierras raras, pero esto afecta cualquier lugar de España). Salvo casos aislados, nunca ha habido ninguna objeción efectiva a seguir consumiendo todo lo que podía salir de esas actividades mientras provengan de otros lugares que ni conocemos ni queremos conocer.

Sin ir más lejos, el denostado fracking que nadie quiere en su territorio lleva calentándonos más de un año tras la crisis de hidrocarburos por la guerra de Ucrania y la plena disposición de Estados Unidos a vender a la "pobre" Europa el gas de sus innumerables explotaciones de gas de esquisto. Pero nuestro día a día sigue siendo posible gracias a un sinfín de materias primas, que cada vez consumimos más, que provienen de países en los que su extracción garantiza a sus territorios y a las personas que lo habitan destrucción de hábitats y biodiversidad, contaminación de aire, suelo y agua y graves riesgos para la salud.

Lugares como el Congo van quedando huecos, con descomunales minas a cielo abierto que quedarán así -tras su deforestación- por los siglos de los siglos, mientras sus aguas correrán envenenadas y cientos de miles de sus habitantes guardarán en su organismo restos de cobalto, uranio u otros componentes que escondía la tierra y ahora consumimos en el Primer Mundo. En países así no hay tribunales que paralicen nada, ni estudios previos ni medidas sanitarias.

Los angloparlantes dicen el equivalente a "no en mi patio trasero", aquí podríamos utilizar el refrán "lo que no quieras para ti, no lo quieras para nadie" pero la realidad es la misma: no podemos permitir riesgos para nosotros y los nuestros, para nuestra tierra y nuestro futuro para obtener recursos que utilizamos corrientemente, muchas veces sin medida, y que son la base de una manera de vivir... pero no hacemos ningún esfuerzo porque esa manera de vivir cambie a otra en la que nadie tenga que sufrir ni por su bien ni, sobre todo, por el de otro.

Pero, como decía, estamos en un tiempo y en un lugar. Consumir lo que tienen o producen en África u Oriente ya no basta, o depender de ello nos pone en un brete que puede hacer colapsar nuestra sociedades -la guerra de Ucrania nos lo ha dejado meridianamente claro- o ponernos de rodillas. Dejar en su sitio nuestros recursos era hasta ahora un lujo que nos podíamos permitir pero pasó ese tiempo y ahora sólo quedan dos opciones, queramos o no, por muy dolorosas que éstas sean, por mucho que nos enfrenten a una terrible contradicción: o cambiamos la manera de hacer y vivir -un vuelco radical con muchísimas consecuencias, que nadie lo dude- o sacrificamos gran parte de nuestra naturaleza, medio ambiente, campiñas, bosques, ríos y mares y hasta parte de nuestra salud. Quien no quiera verlo así, esté en el lado que esté... lo acabará viendo muy pronto.

domingo, 30 de julio de 2023

Nos vamos enterando de lo que de verdad importa

En las recientes elecciones generales uno de los principales partidos se presentaba con el lema "Vota lo que importa". Lo que importa, lo que de verdad importa a la gente, lo que realmente es importante ha sido un argumento, más allá de ideologías o del mundo político, para centrarse en determinados temas generales, pretendiendo ignorar otros que de esa manera se menospreciaban por no ser tan importantes o, simplemente, carecer de importancia.

Lo importante era el sueldo que se ganaba, el coste de la vivienda, disponer de empleo, la seguridad, la salud... y todo ello se contraponía a lo que desde algunas disciplinas, organizaciones o personas se pretendía que pasara a estar en el centro del debate y de la acción de la sociedad. El patito feo de todo ello era cualquier cosa relacionada con la protección y defensa del medio ambiente y muy especialmente todo lo que oliera a ecologismo, destacando como distraedor especial de lo importante, el cambio climático.

Como digo, no era ya que la protección de un humedal, la deforestación o controlar la calidad del aire fueran temas secundarios, sino que iban contra lo importante: mantener un humedal -¿para qué era bueno eso?- restaba posibilidades de regadío a la agricultura, conservar una arboleda podía frenar un gran proyecto urbanístico -y sus correspondientes puestos de trabajo, aumento del PIB, etc. etc.- y controlar la calidad del aire, subiendo un poco el tono, podía ir hasta contra la libertad del individuo de desplazarse como quisiera.

Hubiera sido interesante confrontar con los defensores de ese lema, Vota lo importante, y preguntarles si la salud no es importante. La salud que mella la polución en las ciudades, la contaminación del agua que bebemos... Pero más allá, les podíamos haber preguntado si no es importante el empleo, el disponer de alimentos, el mantener abierto un negocio y una empresa y, me temo, ahí hubiéramos visto -en las caras de esos políticos, pero en la de muchos otros de otros partidos, en la de empresarios, sindicalistas, y muchísima gente normal- un gesto como si les estuviéramos tomando el pelo. Porque sí, se puede relacionar la salud humana y la del medio ambiente pero ¿lo demás?

Pero sí, vamos a ir entendiendo esa relación, pero rememorando el la letra con sangre entra, porque lo vamos entendiendo a base de nuestras desgracias, mientras hemos ignorado durante mucho tiempo la de otros. Empezamos a entender que hemos puesto patas arriba el clima y el calor es aplastante en abril, se pasan los meses sin llover, y luego llueve en junio, y nos quedamos sin melones y sandías, y la cosecha de cereales es desastrosa, y la vendimia se adelanta una barbaridad. Que los monzones se hayan retrasado un mes y la India, gran exportadora mundial de arroz no suelte un grano... lo mismo todavía no nos llega, aunque les llegará trágicamente a otros, pero se une a los síntomas de que se está poniendo en jaque nada más y nada menos que nuestra comida diaria.

La hostelería, que tanto celebraba el mal llamado buen tiempo, se queja de menos comidas servidas por el tremendo calor, las playas mediterráneas -con la temperatura de los mares enloquecidas- van perdiendo su atractivo refrescante y las altas temperaturas en países que nos enviaban turistas a millones les hace a ellos más interesantes sus propias playas. ¿Se me verá como un pajarraco negro si me atrevo a preguntar por cuánto tiempo falta para que el gran motor de la economía nacional, el turismo, empiece a calarse?

Pasado el susto de Ucrania, Putin... parecemos seguros en nuestro consumo energético -muy caro, eso sí- y no parece haber más restricción que la económica de cada cual pero, aunque pasan inadvertidas, se suceden noticias de graves carencias de energía en grandes países -Sudáfrica, Bangladesh, Pakistán- o crisis alimentarias que van mas allá de las tradicionales -la pobre gente del Cuerno de África que nos remueve a veces la conciencia pero no altera el mundo- pueden hacer explotar grandes países -como Nigeria y sus 242 millones de habitantes- amenazando con tambalear el mundo como lo conocemos.

Nos vamos enterando, a golpes, de lo importante que es un medio ambiente y una naturaleza equilibrado y sano para que comamos, bebamos, respiremos... ¿o eso es menos importante que poder cambiar de coche o móvil con frecuencia, irse de vacaciones al otro lado del mundo o hasta tomar una cerveza en una terraza? Nos cuesta y nos costará seguir entendiendo que cada paso contra la naturaleza será un paso contra nuestros medios de vida, tener una vivienda digna o mantener un negocio.

Todo lo que tardemos en entenderlo definitivamente, sin librarnos del proceso irreversible que iniciamos hace tiempo y alimentamos con este malentendido, será sufrimiento a nuestras espaldas, que nos hará llegar cansados a los tiempos que ya están y vendrán. Y, para qué negarlo, mal pinta que sigamos avanzando en nuestro entendimiento cuando a cada vez mas frecuentes y largas sequías se enfrenta el querer llevar al agotamiento nuestros recursos hídricos -Doñana, La Mancha- o se pierde el tiempo vendiendo tecnologías maravillosas sin profundizar en ellas o, ante más días de calor, oponemos talas de árboles.

No te quieres enterar, decía la canción, pero nos enteraremos. Esperemos no perder más tiempo del que hemos perdido y que nos ha llevado donde estamos, en esa confusión de qué era y no era importante.

domingo, 28 de mayo de 2023

El mundo del vino olvida que depende por completo de la naturaleza

Hace unas semanas se celebraba en Ciudad Real el mayor evento nacional sobre el vino, FENAVIN, Feria Nacional del Vino. Es obvio que, si toda producción y desarrollo económico está de una manera u otra ligada al medio ambiente, en el caso de un producto de la agricultura como el vino, cualquier problema que afecte a la naturaleza altera su cultivo, producción, comercialización y negocio. Esto debería ser más evidente aún en una situación como la actual de gravísima sequía, pero la Feria pareció transcurrir como si el vino del que se hablaba, con el que se negociaba o que se cataba no necesitara agua de manera imprescindible para existir.

Las noticias que podemos encontrar referidas a esta Feria hablan de récord de bodegas participantes, de 9.600 reuniones de negocio celebradas en muy pocos días, más de 66 millones de euros en ventas tras más de medio millón de contactos comerciales... La programación ofrecía, entre otros actos, un sinfín de interesantes conferencias y charlas:

Las actitudes de los consumidores de vino hacia la innovación y su implementación en las bodegas, La herramienta de apoyo a la exportación, Blockchain en la industria vitivinícola, ¿Qué interesa del vino español en los mercados internacionales?... 

Pero, ¿y sobre los graves problemas para abastecer a la agricultura y a la industria vitícola con agua, a los efectos cada vez más dañinos del calentamiento global sobre los viñedos, a la necesidad de modificar el modelo de producción para seguir celebrando más FENAVIN -desde las superficies de regadío o el traslado de viñedos a más altura, como en algunos casos se ha hecho-? Poco o nada. Encontramos una charla sobre Las huellas ambientales y los cambios en el comercio internacional del vino: retos y oportunidades que más parece ver la situación como una serie de trabas que hay que superar o a las que hay que adaptarse y que, incluso, pueden ser un "nicho de negocio":

"Hacen imprescindible que las bodegas tengan presente el vector ambiental y adecuen sus estrategias comerciales a este nuevo escenario, una disyuntiva que está llena de retos, pero que también genera nuevas oportunidades para ser competitivo en este complejo sector".

Además, que esta charla estuviera organizada por la gran patronal ASAJA, a la que le produce repelus lo que suena a ecologismo o lucha contra el cambio climático, acaba por decir el resto.

En las declaraciones de políticos ¿podríamos encontrar alguna sensibilidad respecto a la dependencia del sector de un medio ambiente "sano"? Leemos palabras del presidente de la Diputación Provincial sobre el sector y el evento, a ver qué tal:

"no queremos morir de éxito. Tenemos en Ciudad Real el impulso comercial más importante del mundo en torno al vino. Hemos dado un paso de gigante y nos hemos consolidado. Pero es imprescindible trabajar mucho para adaptarse a la realidad y estar cada vez en más países del mundo".

Pues no, aquí tampoco, todo se refiere a lo comercial y cuando se habla de adaptación no es al cambio climático, a la dura realidad hídrica... sino a los vaivenes de los mercados, la creciente competencia... Y esto dicho por una persona, José Manuel Caballero, que vive cada día la realidad de una provincia de acuíferos maltratados y una desertización que avanza desde el sur...

Para añadir más información, para quien lea esta entrada y, sobre todo, para todos los asistentes a esa feria y los políticos encantados con su éxito, viene perfecta la denuncia que, con motivo de FENAVIN, hacía Ecologistas en Acción y que ha "provocado" este artículo:

-en lo que va de siglo el viñedo de regadío ha multiplicado por más de 6 veces su superficie

-el viñedo en espaldera se ha más que duplicado en menos de diez años

-esta técnica va unida a un mayor consumo de agua, muchos riesgos para la fauna autóctona y mucha menor utilización de mano de obra -para quienes hablen de beneficios contra una España vaciada: vaciada de personas y de fauna...

-la huella hídrica puede suponer que para que bebamos una botella de vino de 3/4 de litros se han tenido que gastar 632 litros de agua

por citar algunos datos del artículo que hemos enlazado y recomendamos leer.

Y antes de la conclusión, una nota para quienes fían todo a un supuesto desarrollo económico y una mayor producción: pregunten a todas las bodegas que, por un  clima "benigno", han visto saturados de vino sus depósitos y han enfrentado vendimias teniendo casi que librarse de él para dejar hueco a una nueva sobreproducción. Por no hablar de la sistemática técnica de destilación del vino sobrante, o la "vendimia en verde", que destruye la posible producción vitícola, en ambos casos a costa del erario público, para mantener rentable un negocio donde se produce mucho más que se consume.

La conclusión es sencilla: con una ceguera sorprendente entre personas que viven en una tierra que conocen y que, sin duda, serán excelentes profesionales, se ignora la absoluta dependencia que la producción y comercialización de vino tiene respecto a un medio natural gravemente amenazado en un panorama que sólo puede ir a peor. No quieren ver, deslumbrados por cifras y beneficios temporales, ¿muriendo de éxito, quizás?, que todo su trabajo, sus canales de venta, sus inversiones, big data, y un largo etcétera -que incluye sus empleos y la vida digna en esta tierra- se puede ir completamente al garete con un poco más tiempo de esta sequía, los abrasadores calores o el enloquecido clima que hemos provocado y que si no hacen sostenible -en el término medioambiental de la palabra- sus negocios, el desastre está garantizado. Esto es, si se obcecan en no adaptar la producción vitícola a la realidad del terreno donde se asientan los viñedos -reducción de superficie de regadío, regadíos más eficientes, cultivos tradicionales, etc.- los días de FENAVIN -y todo lo que conlleva- están contados.


domingo, 14 de mayo de 2023

Ojos que no ven... siguen derrochando recursos

Hemos creado en nuestro mundo desarrollado una realidad paralela en la que sólo existe lo que, de una manera u otra, nos afecta directamente. Guerra sólo hay una -aunque en Etiopía, Yemen, Congo mueran decenas o cientos de miles de personas-, hambre, la justa para sentirnos solidarios, emigración, sólo cuando saltan nuestras vallas, crisis climática -por llamarla suavemente- tras alguna tormenta, inundación o tórridos calores... pero sólo mientras estas veleidades climáticas nos fastidian. Así pues, a quienes nos lo recuerdan, les hacemos un mohín de hartazgo, incomodidad o, simplemente, lo mandamos a paseo -por decirlo suavemente- porque no puede ser verdad lo que dicen cuando cada vez que abrimos el grifo sale agua o, pese a lo mucho que nos asustaron, seguimos pudiendo sudar en invierno o pasar frío en verano.

Aunque nos hacía gracia, nuestra sociedad se parece mucho a aquel señor que, ante las noticias de grandes picos de contaminación en Madrid decía "¿dónde está la contaminación, dónde, que yo no la veo?". Y ahí seguimos, porque empresas, instituciones y hasta ecologistas nos hablan de energías limpias, hemos razonado que si un coche -como es eléctrico- no expulsa nada por el tubo de escape, lo de la polución o el agotamiento energético está solucionado y, como no dejan de ofrecernos paneles solares, estamos seguros de que se podrán construir hasta el infinito para seguir consumiendo igual. ¿Se nos puede acusar de no querer ver la realidad? Claro que la vemos, y las tecnologías y los que las manejan tapan la boca a tanto negro pájaro de mal agüero.

Hasta que nos topamos con alguna noticia -si queremos leerla, o leerla entera, o prestarle atención y no olvidarla a los pocos minutos- que nos descuadra nuestros planteamientos. ¿Cómo pensar que todas estas cosas de la informática, la internet, los aparatitos maravillosos que nos hacen la vida mas fácil, con los que ahorramos papel, desplazamientos y no sé cuántas cosas más consume barbaridades de energía? Total por un click aquí, un mensajito allí... Pero lo que nunca esperaríamos es que, además, todo ello consuma millones ¡millones! de litros de agua, esa que, parece que va en serio, se puede acabar...

META -sí, esto de facebook, donde tenemos tantos amigos y colgamos vídeos y nos echamos unas risas- va a montar un "hipercentro" en una zona donde el agua escasea y va a consumir millones de litro de agua -potable, por cierto, de la de beber, que si no, te mueres-. En principio la noticia es una maravilla para la zona, porque creará empleo -lo que no sabemos es cuánto ha destruido antes la venta electrónica o el trabajo automatizado- así que en nuestra realidad paralela, donde cualquier líquido prescindible vale muchísimo más que el agua, la noticia seguirá siendo buena mientras miremos a otra parte... y no se acabe el agua.

domingo, 19 de marzo de 2023

El dinero, la principal (o la única) razón

Resulta difícil ahora mismo, sea en una ciudad, pueblo, polígono industrial o hasta edificios públicos, no ver múltiples tejados cubiertos total o parcialmente por paneles solares, aprovechando así la energía descomunal y gratuita que recibimos continuamente del Sol. Era esto, la necesidad de desarrollar masivamente energías alternativas, menos sucias, para frenar las desastrosas emisiones de CO2 y reducir el consumo de combustibles que se están agotando, una reclamación de ecologistas, científicos y demás gente con raciocinio que se venía haciendo desde hacía décadas. Así que podemos deducir que, por fin, se ha hecho la luz en los cerebros de nuestra sociedad y hemos cogido un camino que será bueno para el común de la gente y el planeta.

Pues no.

Esa "luz" se ha hecho presionados por una descontrolada subida de precios de la electricidad, el gas, etc. etc. por un cúmulo de causas y que ha hecho un agujero en las economías domésticas, empresariales e institucionales. No se ha pretendido, en la mayoría de los casos, frenar el cambio climático, el agotamiento de recursos, la mortífera contaminación, el deterioro desbocado de la naturaleza... Sólo se ha buscado ahorrar dinero con lo que no es arriesgado afirmar que en el improbable caso de que descendieran los precios de la energía hasta no hacer rentable las instalaciones fotovoltaicas se frenaría la proliferación de paneles en nuestros tejados, seguramente hasta pararse en seco.

Conclusión, y no suele ser el caso que, tras dos párrafos se obtenga una conclusión, pero aquí está claro, sólo tomaremos medidas para defender el medio ambiente, la naturaleza y el planeta si existe un beneficio económico. Cien razones para hacerlo no valdrán tanto como una sola económica.

Este blog se creó para desarrollar y actualizar los temas que trataba en mi libro Todo lo que el medio ambiente puede hacer por ti. El medio ambiente como solución donde, precisamente, la idea básica era ésa: que un medio ambiente en buenas condiciones nos ofrecía ventajas reales, cotidianas y tangibles a nuestros problemas reales, cotidianos y tangibles como creación de empleo, ahorro económico, salud, etc. etc. etc. ... además de evitar llevarnos al desastre. Y está claro: o notamos en nuestro bolsillo que el esfuerzo -muchas veces muy liviano- de defender el medio ambiente nos tiene cuenta o sufriremos en nuestro bolsillo, nuestro cuerpo y nuestra mente el no hacerlo.

Leía hace poco en la última edición de la impagable publicación Ballena Blanca un artículo de Aniol Esteban, economista ambiental y biólogo marino, sobre la contabilidad del capital natural. Participó en el estudio sobre la creación de la reserva marina de interés pesquero de Cala Ratjada en la isla de Mallorca que, por supuesto, tuvo la oposición frontal del sector náutico y el turístico... hasta que resultó que la reserva generaría diez veces más beneficios que los costes de mantenimiento. Los que se oponían a la reserva, ahora la aman, pese a que, si por ellos hubiera sido, todo el mundo sería más pobre y aquellas aguas estarían más degradadas con un futuro pésimo. 

¿Cuántos de los que ahora hacen negocio -en el buen sentido de la palabra- con la explosión de empresas instaladoras de placas fotovoltaicas miraban con incredulidad -en el mejor de los casos- cuando alguien defendía este tipo de energía? ¿Y cuántos de los que ahora se enriquecen -ya a otro nivel- con el desarrollo masivo de esta energía no hicieron todo lo posible porque no existiera?

Dejémonos, pues, de mensajes, positivos o negativos, sobre mares ahogados, colapso socioeconómico, especies que desaparecen para siempre, etc. etc. etc. Hablemos de dinero, el único idioma que nuestra sociedad entiende. Si las cuentas cuadran, tendremos "ecologistas de toda la vida" para regalar, si no, nos pudriremos haciendo las cosas tan rematadamente mal como las venimos haciendo.

Pongamos un poco de música, para suavizar el texto. ¿Se acuerdan de aquella película, Cabaret? Pues money, money... money, money.

Hidrógeno verde, una revolución que cambia poco

La primera vez que escribí en Raíz y Rama fue en 2020 y lo hice sobre el coche eléctrico, entonces y ahora uno de los baluartes de la tra...