Tomo prestada la imagen que ilustra este texto como excusa y referencia para esta entrada. Adelanto que, a diferencia de lo que suele ser habitual, no he contrastado los datos que en ella aparecen pero también creo que es innecesario, como innecesario es relatar, una vez más -en el libro así se hace- los innumerables beneficios que recibimos de los árboles; como innecesario es recordar que a menos árboles más dura será nuestra vida.
Pero, valores arriba o abajo, creo que, con toda la fuerza que tiene una imagen, nos llega mirándola todo lo que los árboles pueden hacer por nosotras, en este caso en los núcleos urbanos. Cómo nos pueden hacer menos crudos los veranos cada vez más crudos, suavizar el clima en uno y otro sentido, ahorrarnos energía y, por ello, euros...
No obstante creo que cualquiera puede constatar que, como auténticos ignorantes, cada vez menospreciamos más a los árboles: personalmente a nivel local, a nivel de grandes urbes por noticias, parece ser que cualquier razón es buena para talar un árbol: llena de hojas el portal, levanta la acera, estorba, interrumpe una nueva vía... Y si no los eliminamos directamente, no los cuidamos ni mantenemos en situaciones tan estresantes como largas sequías y se acaban cayendo, a veces con evidentes graves consecuencias.
Alguien escribió no hace mucho que si los árboles tuvieran wi-fi nos importarían mucho más, pero únicamente producen oxígeno...
Esta actitud muestra claramente nuestra ceguera a la hora de solucionar problemas, tirando habitualmente por lo más costoso y nocivo -instalaciones de aire acondicionado, por ejemplo- en lugar de aprovechar lo que ya tenemos y lo que la naturaleza nos ofrece con múltiples ventajas.
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