Se nos tiene planteado el consumo para que lo hagamos continuamente, enlazando con habilidad distintos períodos, con distintos nombres y con distintas ofertas, y con el mismo resultado: consumir... muchas veces por consumir. Si se han introducido viernes negros, ciberlunes y ampliando y potenciado grandes períodos de consumo, como la Navidad -Papá Noel incluido- los clásicos de siempre siguen ahí, con más fuerza todavía, casi con frenesí: las rebajas de Enero tocan ahora, haga falta o no lo que se compra.
Y la estrella en las rebajas de Enero siempre ha sido la ropa; ropa cada vez más barata, porque es fabricada más lejos, en lugares con normativas de salud y protección medioambiental escasas, con salarios y energía más barato aún. Y como es barata, compramos más, nos la pongamos más o menos, nos la pongamos o no...
Resultado de la ecuación, el de siempre: más contaminación, más emisiones de CO2 -con larguísimos viajes de ida y, muchas veces, de vuelta-... Una pesada carga más para el planeta en buena parte innecesaria y que crea una riqueza restringida -argumento que todo lo justifica.
Alejandro Tena, periodista e historiador, habitual de Diario Público y de vozparalela.es lo relata claramente en este artículo:
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