domingo, 9 de junio de 2019

Apuntes para un libro vivo. Un invierno con moscas

Un dato aislado, por curioso o significativo que resulte, no tiene valor científico. Sólo la repetición de un hecho, en el tiempo y en lugares diferentes, su correlación con otros, puede servir de algo a la ciencia del clima o la meteorología. Pero también es cierto que ese dato o hecho aparentemente aislado puede provocar el respingo en una investigadora que la haga fijarse en lo que pasaba inadvertido ante sus ojos, que sea incluso la puerta que se abra para una posterior investigación.
Y esto es a priori, porque a posteriori, buscando en la Historia, ese dato irrelevante, comentado de pasada en un periódico, escrito por alguien en su blog, una anécdota que pasó inadvertida, puede servir para datar cuando empezó algo que luego, con el tiempo, con otros hechos que surgieron o que estaban desarrollándose, alcanzó gran repercusión.

¿Y por qué esta introducción tan extraña? No digo yo que lo que voy a contar sea algo parecido... pero podría serlo, también.
Veamos, la llegada del invierno siempre ha supuesto por estas tierras el punto y final a la existencia de moscas y todo tipo de bichos que, acabada la temporada, ya no nos iban a molestar ni a meterse en nuestras casas.
Los cambios en el clima que estamos viviendo en todas partes, y en esta parte de La Mancha también, han hecho que cada vez durante más tiempo tengamos moscas... y que cada vez retornen antes. Pero teníamos una garantía: llegará el frío y no habrá ni una...

Por primera vez desde que yo recuerdo -y sé que la memoria es traicionera- hemos vivido un invierno en el que no han faltado moscas. Nadie te podía garantizar que abrieras la ventana para, durante unos minutos, airear la casa con el frío de la calle, y no se te colara una.
¿Qué tontería, verdad? Pues no. Las cosas no pasan porque sí y todo tiene sus causas y sus consecuencias.

Para más inri esto ha ocurrido a la par que un período de fuertes y continuas heladas, con 4, 5, 6 grados bajo cero, y ésto durante varias semanas todos los días... Pero cada día, a esas fuertes heladas que hubieran hecho imposible la existencia de moscas, seguía un aumento de las temperaturas hasta máximas que siempre estaban por encima de 10 y llegaban a veces a 15 grados, lo que daba tregua a estos y otros bichos para, si aguantaban la helada, recuperarse durante las crecientes horas diurnas.

No han sido sólo las moscas las que no se han "ido"; en pleno invierno he podido ver a alguna mariposa o similar volando, muy cerca del comienzo del invierno vi una pobre salamanquesa que debía estar completamente desorientada, en la plena intemperie de una calle, y otra más ya casi en Nochebuena, dentro de una casa. Casos similares me han contado.
Llevamos años ya viendo como normal que el Día de Todos Los Santos la gente acuda por aquí ligera de ropa a presentar sus respetos a sus deudos, cuando no hace tanto era impensable no llevar para entonces a la espaldas  varias semanas de frío. Sea dicho ésto como un ejemplo de muchos otros cambios "impensables" que ya forman parte de la normalidad.

Hemos vivido el primer invierno con moscas. Quizá el próximo no sea así... y al siguiente sí, o ya pase a ser norma, y convivamos con moscas en inviernos cada vez más suaves que la mayoría celebrará como que "qué buen tiempo hace para estas fechas" y seguirán las repercusiones, mayormente negativas, de lo que hemos hecho y hacemos.
Y alguien, quizá algún día, leerá esto -pretencioso estoy, sí- y dirá... "ah, fue entonces cuando empezó a pasar aquello..."

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