domingo, 28 de noviembre de 2021

¿Hemos llegado a donde íbamos?

Al mismo tiempo que estamos asumiendo -empezando por las empresas productoras de petróleo- que los combustibles fósiles en los que se ha basado -y a los que está enganchada- nuestra sociedad comienzan a acabarse, son mucho más costosos de conseguir y los que van quedando son los de peor calidad -primero cogimos lo fácil y bueno, lógicamente- y que, aunque muchos no lo reconozcan, mantener el consumo de éstos -petróleo, carbón, gas- nos aboca -de hecho ya lo notamos- a una serie de catastróficas desdichas sobre las que no tenemos control... nos estamos topando de cara -de morros, podríamos decir- con que las alternativas tantas veces demoradas y retrasadas dejan mucho que desear.

Por un lado, con todas sus terribles consecuencias, no hay mejor combustible que el petróleo; es algo objetivo que lo único que quiere decir es que es muy difícil -aunque imprescindible- sustituirlo. Por otro, por mucho que nos hayan dicho -ecologistas incluidos- la energía solar, eólica, hidráulica, como la entendemos, no son ni renovables, ni limpias ni verdes. Su utilización para producir la energía que consumimos altera la naturaleza, consume minerales y materiales finitos cuya extracción y transporte son muy contaminantes y necesita otros materiales cuya obtención causa daños semejantes al medio ambiente a los que causa la obtención de combustibles.

Viene todo esto ante la noticia de que la proliferación de los aerogeneradores, de los molinos de la energía eólica, está deforestando la Amazonía porque -¿quién lo iba a pensar?- sus gigantescas palas se hacen con madera balsa, que se obtiene de las selvas amazónicas. Esta noticia se suma a tantas otras que nos indican que la famosa transición energética o daña el medio ambiente, o no tiene mucho recorrido porque acabará más pronto que tarde con los materiales que necesita -aerogeneradores y neodimio, coches eléctricos y cobalto y litio, etc. etc.

¿Qué hacemos ahora? ¿Hemos llegado donde íbamos? ¿Estamos en un callejón sin salida, en un cul de sac donde no podemos dar marcha atrás? 

Nos han vuelto a engañar... y nos hemos vuelto a dejar engañar, posiblemente. Por que nos han vendido y hemos comprado que la cosa se arreglaba sustituyendo una energía por otra. Después del carbón, vino el petróleo, como ambos eran malos, estaba el gas, que no lo era tanto y ahora, pues renovables sin más... Y no. Esto no va de cambiar un combustible por otro y seguir haciendo lo mismo -o más-, porque seguimos viviendo en un mundo con recursos limitados no renovables y a los recursos renovables no los dejamos... renovarse.

El plan B -sin dejar el A y sin querer ni oír hablar de cambiar el paradigma de ilimitado consumo- eran las energías renovables -sólo cuando ya no hubiera alternativa- y, mientras, hemos cargado el planeta de CO2, residuos, limitado la biodiversidad, etc. etc. invirtiendo e investigando poco en lo que era más lógico dentro de un mundo limitado: ahorrar lo que teníamos y aprovecharlo mejor. Lo que viene siendo ahorro y eficiencia energética.

¿Y ahora?

domingo, 7 de noviembre de 2021

Libros que se leen con una sola mano... Thanatia. Los límites minerales del planeta

Thanatia es nuestro planeta sin minas, sin combustibles, sin vida... Una situación a la que, sin alarmismos gratuitos, vamos camino de llegar más pronto que tarde.

Antonio y Alica Valero, padre e hija, ingenieros de la Universidad de Zaragoza llevan muchos años explicando lo que hacemos y a donde nos lleva a través de investigaciones, libros o charlas. En esta ocasión, el libro se ha planteado como una entrevista, lo que facilita mucho la comprensión de datos, explicaciones y tecnicismos, a lo que contribuyen los propios entrevistados con comparaciones muy atinadas y explicaciones claras.

Aunque en el fondo todo es muy sencillo: nuestra sociedad industrial se basa en una sociedad minera, esto es, un sistema de producción -a diferencia de sociedades cazadoras-recolectoras o agrarias tradicionales- basado en consumir -y consumir es destruir- materiales no renovables que, antes o después, llegarán a su fin. Y ante este hecho no son suficientes ni las llamadas energías renovables -que necesitan ingentes cantidades de materiales no renovables-, ni la actual transición energética -porque si no cambiamos el paradigma de consumo no tenemos bastante con los minerales disponibles, sean unos u otros- o la más moderna economía cíclica -no es posible, ni mucho menos, reciclar o reutilizar todo lo que producimos, mucho menos con las habituales aleaciones o mezclas imposibles de separar posteriormente.

Aunque se nos haya olvidado, vivimos dentro de la naturaleza, y ésta no es lineal, sino exponencial y -como hemos vivido en el caso de la pandemia- las consecuencias de lo que hacemos se nos pueden escapar de las manos casi de un día para otro. Hemos vivido, vivimos, como adolescentes que tienen muy lejos la vejez como para preverla y hemos ignorado que este planeta que habitamos es una nave espacial, fuera de la cual no hay nada -pese a las megalomanías de algunos.

Más que una transición energética necesitamos otra, material y ecológica, que reponga lo que hemos consumido con una agricultura que ha alterado el microbioma de la tierra y degradado enormes extensiones fértiles -ahora dependemos de las minas de fosfatos del Sáhara Occidental, cuando la materia orgánica nos proporciona el fósforo necesario para recoger cosechas, por ejemplo- y consumido los minerales de más calidad y más accesibles -quedan los peores y los más costosos de extraer.

No hay más cera que la que arde, no nos engañemos y espabilemos de una vez... si aún nos da tiempo.

Hidrógeno verde, una revolución que cambia poco

La primera vez que escribí en Raíz y Rama fue en 2020 y lo hice sobre el coche eléctrico, entonces y ahora uno de los baluartes de la tra...