Tanto tiempo de hacer cosas ignorando sus repercusiones nos han llevado -no nos están llevando- a una situación donde "ni pa trás ni pa lante". Donde las limitaciones nos rodean y las soluciones, como cuando nos mandan una medicina que nos arregla una cosa y nos complica otra, tienen siempre un matiz, un pero que las puede convertir en otro problema.
Carrefour, la cadena de hipermercados, se destaca por su "compromiso" medioambiental, tanto en una apuesta por la alimentación ecológica -que le debe de resultar muy rentable porque ha conseguido asociar lo "ecológico" a lo caro y explotar un mercado creciente- como por ideas para dañar lo menos posible a la naturaleza.
Hace ya un tiempo que propuso sustituir los tickets de papel que se entregan en la caja tras una compra por una aplicación de teléfono móvil. La medida reduciría en un 70% el papel que se utiliza... y aumentaría el consumo de energía al utilizar más aún los teléfonos móviles, cuya batería se gasta y hay que cargar.
Ahora su propuesta es sustituir las bolsas de plástico donde meter la fruta que venden por mallas de algodón, que serían reutilizables.
Otro gesto loable, sin duda, y, desde luego, hay que aplaudir a quien utiliza tiempo y esfuerzo en cambiar las cosas -con los mismos hábitos mantendremos los mismos errores- pero, de nuevo, choca con la realidad: que si arreglamos una cosa, quizá empeoremos otra... porque la medida supondrá una mayor producción de algodón -a pesar del carácter "reutilizable" de las bolsas- y producir algodón consume grandes cantidades de agua, productos químicos contaminantes -si no se hace de manera ecológica- y suelos fértiles.
Entonces, ¿en qué quedamos: seguimos igual y, en este caso, seguimos produciendo y consumiendo plásticos que salen del petróleo y son una basura indestructible durante años? No, claro, pero hace mucho que las soluciones dejaron de ser fáciles -aunque las hay y muchas- y nuestro círculo de actuación, de cambio, se estrecha.
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