No tienen porqué asustarse, no obstante. Pese a que en nuestro país el consumo de carne llevaba descendiendo desde hace unos años, la pandemia lo ha reanimado, a nivel mundial sigue subiendo y las granjas de nuestro país no sólo se ocupan de la producción nacional sino que sirven para cebar animales que luego vuelven a sus países de origen para ser "sacrificados" -¿por qué preferirá la industria cárnica europea ese trasiego hacia España?- o para exportar carne al insaciable mercado chino.
Aún así esta industria y sus adláteres disparan a la mínima ocasión contra todo lo que se mueve en contra de sus intereses, sean opiniones, estudios o leyes. Una de sus dianas preferidas es el actual ministro de Consumo, Alberto Garzón, para ello no reparan en nada, desde manipular declaraciones en otro idioma hasta mostrarse como mártires de una causa que sólo a ellos beneficia. Las recientes palabras del ministro calificando de "peor" -y no mala, como los medios de comunicación, que deberían saber inglés, repiten como loros- la carne producida en macrogranjas -palabras que favorecían los otros tipos de producción cárnica, aunque todos se han echado en su contra- han desatado una campaña a todos los niveles para acabar definitivamente con él.
Veamos los actores principales de esta campaña:
-el presidente en funciones de Castilla y León, en pleno proceso preelectoral. CYL ha pasado de tener 67 municipios vulnerables por contaminación por nitratos en 2009 a 387 en 2020 y casi un tercio de sus pueblos superan los límites de nitratos en agua potable -lo que, por cierto, es perjudicial para la salud humana- Pese a todo, su presidente está más preocupado por las declaraciones de Alberto Garzón que porque, mientras las medidas aplicadas en su Comunidad para solucionar estos problemas han sido insuficientes -y por ése y otros motivos, la Unión Europea llevará a España a los tribunales-, no se dejan de conceder autorizaciones para macrogranjas.
-ganaderos en general que, en mi opinión, mejor harían en vigilar todas las malas artes de parte de sus colegas que desprestigian sus explotaciones poniendo en el mercado carne insípida o que se "evapora" en parte por, sí, su mala calidad o agruparse para que las grandes empresas, como en muchos otros sectores, no acaben definitivamente con cualquier competencia.
-la industria cárnica y los grandes ganaderos, todos ellos profundamente ofendidos por unas palabras pero muy tranquilos por todas las manchas que pueblan la historia de su negocio (clembuterol, antibióticos para el engorde, vacas locas) y, sin duda, perjudican nuestra salud y suben sus cuentas con carne barata. Eso por no hablar de las continuas humillaciones que se destapan sobre los animales de los que viven o la fabricación de engendros desnaturalizados en pos de "fabricar" carne a mansalva.
Como digo, pese a sus miedos, la industria cárnica y la ganadería industrial deberían tranquilizarse. Siempre tendrán para apoyarlos a presidentes de Comunidades Autónomas -Castilla y León no es una excepción- o hasta presidentes del gobierno, empeñados en no cambiar el paradigma de una alimentación insostenible a todos los niveles, aunque contravenga sus supuestos planes de transición energética y lucha contra el cambio climático en la que no cabe seguir comiendo carne como si no hubiera un mañana.