sábado, 25 de enero de 2020

Apuntes para un libro vivo. La tentación nuclear

Obsesionados como estamos con el cambio climático y las emisiones de CO2 -que también conviene recordar que no son el único gas que produce el calentamiento global- buscamos cualquier alternativa que no lo emita y olvidamos toda la cantidad de problemas que la degradación medioambiental nos echa encima: contaminación, desertización, agotamiento de recursos...
Pese a que la energía nuclear no pasa por sus mejores momentos tras la perenne catástrofe de Fukushima -que ha llevado a algunos países a ir echando el cierre, radical o paulatinamente, o a hacerla inviable por el aumento de costes por las medidas de seguridad- cada vez aparece más, para algunos, como solución "porque no emite CO2, porque no contribuye al cambio climático" -algo que, también hay que repetir, no es enteramente cierto. Tanto es así, que no es extraño leer u oír alguna vez que la energía nuclear es limpia o, incluso, ecológica...

No voy a dedicar este pequeño espacio a abrir el controvertido debate sobre la energía nuclear pero sí a recordar a quienes se puedan ver tentados por la atracción de la energía nuclear como solución -si la hubiera- al cambio climático, incluso como fuente de energía "limpia" para los coches eléctricos, seguramente con su mejor intención... lo terrible y peligrosamente sucia que es la energía nuclear.
Y es así de peligrosa porque, ya sin ir más allá, guardamos en nuestro planeta enormes cantidades de residuos para los que lo único que podemos hacer es taparlos una y otra vez.

Por no alargar esta entrada -y para dar opción a quien quiera
ampliar el tema por su cuenta con algunos enlaces- hablemos simplemente del sarcófago de Chernóbil, que guarda muchísima más radiactividad de la que salió en su día, radiactividad que sigue saliendo pese a la astronómica cantidad de cemento que lo tapa -y que ya dio cuenta de buena parte del primer sarcófago, agrietándolo-. Pero claro, esto, más o menos, es conocido por todo el mundo.
En cambio, tenemos otras grandes "tumbas" radiactivas olvidadas -y prefiero no pensar en las que ni siquiera se conocen-... olvidadas incluso por sus responsables.

La isla de Runit, en el archipiélago de las Marshall, guarda todos los desechos de las pruebas -militares, en este caso- realizadas allí por Estados Unidos entre 1946 y 1958. En algunos lugares de esas islas se han detectado niveles de radiación
como los encontrados en zonas de Chernóbil y Fukushima. Pese a que la cúpula de hormigón que lo cubre podría estar dañada y la subida de las aguas del mar podrían cubrirla, la administración Trump se toma con calma actuar.

Sin dejar "lo militar" pero sumándole el uso civil de esta energía, los mares de Barents y Kara, en el Ártico, reúnen casi todas las posibilidades de contaminación radiactiva: los residuos de centrales nucleares como la de La Hague -de la celebrada potencia nuclear civil francesa- o de la británica de Sellafield, los residuos de plantas nucleares soviéticas llevados por ríos que desembocan en ellos, barcos o submarinos nucleares -como el Kursk- o algún bombardero con armas nucleares, y varios reactores nucleares -con o sin carga.
No podemos olvidar, aunque sí parece olvidada por los que la usaron de basurero, la fosa atlántica, a unos cientos de kilómetros de Galicia y Asturias, donde durante décadas todo país europeo con centrales nucleares que se preciara arrojó sus residuos.



Sin duda podría seguir pero veo suficiente para que cualquiera reflexione antes de pensar en la energía nuclear como alternativa de algo.

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