Cuando he hecho alguna presentación del libro o he dado alguna charla -en los dos casos, mucho menos de lo que yo quisiera- soy consciente de que cuando me toca hablar de la relación entre guerra -o violencia, terrorismo, etc.- y la degradación a que estamos sometiendo al medio ambiente, cuesta entenderlo, cuesta, incluso, explicarlo.
Me gustó, por ello, cuando en un instituto, al fórmular yo la pregunta: "¿qué tendrá que ver la guerra con lo que le hacemos al medio ambiente?", una alumna diera una clara explicación de esa relación.
Me gusta, también por ello, el reportaje "La lucha contra Boko Haram también es climática" publicado en el último número de La Marea -inagotable fuente de atinados reportajes y artículos sobre medio ambiente, ya sea en esa publicación o en su hija, Climática.
Donde acostumbramos a ver fanatismo, violencia por violencia, guerra santa o terrorismo islámico, las autoras profundizan y ven más cosas.
La violencia se alimenta de desesperados y los terroristas también. La pobreza crea a los primeros y la falta de educación hace el resto.
El campo de actuación de Boko Haram, donde la mayoría de sus habitantes viven de la agricultura, sufre el endurecimiento de las condiciones climáticas que alienta el calentamiento global.
Por la región también se está viviendo el ocaso, ignorado, como tantas cosas en Occidente y por la mayoría de los medios de comunicación, del Lago Chad, reducido al 10% y del que vivían millones de personas de Nigeria, Chad, Camerún, Níger y la República Centroaficana gracias a su agua y a su pescado. La ayuda humanitaria trata de contrarrestar el sufrimiento de cerca de 11 millones de personas.
Siempre estarán, por supuesto, los ignorantes o malintencionados que dirán que "siempre ha habido sequías, siempre ha habido inundaciones... que no todo es culpa del cambio climático" Y es cierto, pero nadie puede ser ajeno a que éste multiplica los efectos de lo malo y así en esa zona las sequías son más frecuentes y las inundaciones peores -eso es el cambio climático, para quien lo quiera entender.
Y, por supuesto, la violencia de la zona no es patrimonio de Boko Haram, -donde muchos pueden resguardarse bajo esa máxima que alguien dijo una vez en el Congo: "es preferible cazar que ser cazado"- y ni siquiera es la peor, aunque por aquí sea la única que nos interese: las disputas por las tierras fértiles -eterna y sangrienta causa de guerras antes, ahora y siempre- ha causado en los últimos años muchas más muertes que la atroz violencia de este grupo terrorista.
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