Greenpeace acaba de publicar un informe titulado Dinero público, Dinero Fósil, que bien podía llamarse también como he titulado esta entrada porque son muchos los que están aprovechando esta crisis mundial para medrar, también para hacerse con dineros públicos -aunque defiendan a capa y espada la autorregulación del mercado... para los demás- y, desde luego, los negociantes de combustibles fósiles no hacen ningún asco a estas ayudas.
Ayudas que reciben pese a no ser, como refleja el informe, uno de los sectores más perjudicados por esta pandemia. De los 46.000 millones de euros que el Banco Central Europeo compró en bonos corporativos y letras de cambio, 7.000 de ellos corresponden a productoras europeas de petróleo o a eléctricas que queman combustibles fósiles para su producción. Gracias a ese dinero, 11,2 millones de toneladas de CO2 han salido hacia la atmósfera financiados públicamente. Algo que, por otra parte, no es nuevo.
Este apoyo público europeo en aras de reflotar la economía y el empleo -siempre bajo el paraguas de cumplir los compromisos de reducción de CO2, paradójicamente- se repite a nivel nacional en países miembros de la Unión Europea, tanto con ayudas económicas como rebaja de las medidas protectoras del medio ambiente -como en Andalucía o Grecia
No es nada nuevo que un problema grave se trate de arreglar con cargo al medio ambiente, que sigue pareciendo una fuente inacabable de recursos u obviando la gravísima crisis climática que nos aboca a una crisis muchísimo peor que la actual. No es nada nuevo que intereses particulares, que dañan a diario nuestras vidas, se lucren con lo público.
Y eso es lo más grave de todo... que no hay novedad. Que vuelve la normalidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario