domingo, 14 de junio de 2020

Al hilo de... ¿Qué tengo yo que ver con éso?

Es lo que puede decir cualquier turista alemán, holandés... o español si, mientras se come un solomillo en un restaurante frente al mar -cuando éso se pueda hacer o cuando se podía- le soltamos la tabarra de la Amazonía, la deforestación, los incendios, la biodiversidad... Como siempre digo, mientras no asumamos nuestra responsabilidad -y, ¿por quién no decirlo, que dá miedo, nuestra culpa?- en la destrucción del planeta y pensemos que son los demás los responsables -gobiernos, multinacionales, mercados- seguiremos dando vueltas a la rueda que conduce al desastre.

Greenpeace lo ha visto bien esta vez relacionando directamente la destrucción de la selva amazónica -y todas sus catastróficas consecuencias... sí, catastróficas- con los chuletones, solomillos y demás que consume el turismo en, por ejemplo, las Islas Canarias.
En una investigación que publica, al "calor" de la creciente deforestación amazónica -parecia haberse detenido, pero la animan dirigentes obtusos-, ésta está ligada a un proceso de blanqueo de ganadería ilegal, que se va blanqueando -ver imagen- sucesivamente hasta que no quede rastro en el plato del turista satisfecho.
Uno de los últimos pasos serán congeladoras importadoras de esa carne -especialmente en Canarias, de ahí el ejemplo- que, además, muestran orgullosas que abastecen a grandes cadenas hoteleras (Barceló, Iberostar, etc.) para que disfrutemos de nuestro merecido descanso aunque en los inicios del disfrute haya indígenas expulsados salvajemente de sus tierras o efectos devastadores para el clima y la salud que sufriremos más temprano que tarde.

El trabajo de Greenpeace nos pone en el centro del problema... y de la solución porque en esta sociedad consumista, el consumo es un arma de doble filo y el consumidor, el final de la cadena destructiva y el principio de la solución real.

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