Nos guste o no, la protección del medio ambiente, la lucha contra el cambio climático, la conservación de los recursos naturales, etc. es desde hace mucho, también -¿sobre todo?- una necesidad y un negocio.
Nos hemos dado cuenta de que para sobrevivir como sociedad -o, incluso, para que sobreviva el sistema económico en el que estamos- necesitamos proteger el medio ambiente... aunque sea hasta cierto punto.
Por ello muchas de las medidas que se toman no buscan otra cosa: alimentos ecológicos para no envenenarnos más, energías alternativas para no contaminar más y porque otros recursos más sucios se van agotando... Una vez más podemos estar cerrando el prisma, no viendo más que el pragmatismo y el beneficio particular... y eso nos puede conducir a saltarnos los derechos humanos, intrínsecamente relacionados con la defensa del medio ambiente o la paz.
No podemos construir un planeta sano con injusticias, ni conservar el medio ambiente sin igualdad entre las personas o un respeto general a todo lo existente.
Pantalones de algodón bio... qué bien pero, ¿cobran un salario digno las personas que trabajan en su recolección?
Molinos eólicos que no emiten CO2 masivamente pero, ¿utilizan neodimio que contamina radioactivamente las poblaciones de donde se extrae?
Selvas intactas pero, ¿se ha expulsado de ellas a sus antiquísimos pobladores?
Nadie dijo que esto fuera a ser fácil.
Alejandro Tena, una vez más, pone el dedo en la llaga, nos habla de todas las veces que las "energías limpias" vulneran los derechos humanos -si bien el petróleo y otras minerías lo hacen continuamente.
Muy conveniente la lectura de este artículo. Tenemos que cambiar las cosas para bien... de todo el mundo.
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