sábado, 25 de julio de 2020

Apuntes para un libro vivo. Cuando un monte se quema, algo tuyo se quema

El título de esta entrada era el eslogan de las campañas contra los "tradicionales" incendios forestales hace muchos años. El primero creo que fue en 1962 pero era familiar en mi niñez, muchos años después.
Ya entonces, alguien fue tan inteligente como para detectar que el monte, los bosques, aunque no fueran de nadie en particular, eran de todo el mundo, y su destrucción acarreaba perjuicios, también, para todo el mundo. 
Décadas después, con toneladas de información, datos científicos, etc. etc. no entra en muchas molleras. Y no sólo de mucha gente, sino de medios de comunicación, que lo mencionan, casi siempre, como una anécdota.

El bosque siberiano lleva ardiendo desde primeros de año. En la actualidad se ha quemado una superficie equivalente a Grecia y el humo afecta a ciudades siberianas y pueblos -lo que, obviamente, perjudica gravemente la salud de sus habitantes, más aún por la presencia del coronavirus.
Siberia está viviendo una rueda de destrucción masiva que, también es fácil de suponer, tendrá consecuencias graves para el resto del planeta que ni siquiera lleguemos a identificar: temperaturas máximas extremas, deshielo del permafrost -que emite metano a la atmósfera, mucho peor que el CO2-, vertidos petrolíferos por ese deshielo, incendios que emiten toneladas y toneladas de CO2... ¿dónde empieza y acaba la rueda?
Y, ¿no nos suena ésto? El año pasado una superficie comparable a Suiza se quemó en otra sucesión de incendios en Siberia.
Siberia se está quemando... y aunque esté muy lejos, mucho nuestro se está quemando y lo entenderemos muy pronto... ¿o no?

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