Las dos acciones que dan título a esta entrada son, seguramente, los recursos más utilizados para cuando no se sabe de qué hablar, para romper el hielo en una conversación, para entretener un momento con un desconocido o comenzar a hablar con alguien tras mucho tiempo sin contacto.
Con la que está cayendo, preguntar por la salud, antes de iniciar cualquier conversación tras una período de incomunicación -incluso breve- con alguna persona conocida ya no es una costumbre, sino una obligación. Queremos saber cómo se encuentra la otra, o su familia, si, antes de entrar en materia, ha sufrido o sufre al dichoso coronavirus o, aun sin sufrirlo, cómo le está sentando toda esta situación casi inacabable. Nos preocupa la salud, en definitiva, más la propia pero también la ajena. Personalmente o a nivel de nuestras autoridades -aunque en el fondo no lo parezca- afirmamos que "la salud es lo primero"
En cambio no hablamos del tiempo. De este tiempo que estamos sufriendo, aunque creemos disfrutarlo, de temperaturas escandalosamente suaves ya casi en diciembre. Ni hablamos ni nos preguntamos qué consecuencias puede tener... Tal vez porque, en principio, y unido a la pandemia, este clima está resultando excelente: se puede seguir haciendo cola en la misma calle, sin frío ni lluvia, las terrazas pueden seguir siendo el aliviadero a tantísimas restricciones. Pero ni hablamos ni nos preguntamos por la situación de sequía, las escasísimas lluvias, los pantanos en niveles bajos -si es que algún telediario se digna nombrarlos- Lo obviamos, porque ni un sólo día -salvo algún problema de obras- deja de salir agua del grifo, de la ducha...
Es lo normal disponer siempre de agua -en algún sitio la fabrican, suponemos, alguien se ocupará siempre de que nunca nos falte-, era lo normal ir a un bar cuando quisiéramos, ver la cara de la gente por la calle, juntarse con quien se quisiera cuando se quisiera...
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