Podemos tener la impresión de que algo se mueve a nivel de instituciones y multinacionales -vaya, los que mandan porque les cedemos ese poder-, en cuanto a la protección del medio ambiente. Parece que tras años y años de hacer oídos sordos a los locos ecologistas, a los científicos, a la evidencia, las mentes preclaras de nuestro planeta se han empezado a dar cuenta de las graves consecuencias que se sufren y se sufrirán por atacar de continuo al lugar que nos sustenta...
Hasta ahí bien; la realidad sabemos que es muy distinta, que los grandes pasos de los grandes acuerdos -esos de los que razonablemente conviene desconfiar siempre- se quedan en pasitos que reciben múltiples zancadillas cuando el árbitro no mira. Y esto es gravísimo.
Pero para complicar más la escena, para casi anular lo poco que se hace, el pueblo soberano parece empeñado últimamente en dar el poder, con todas las de la Ley, además, a individuos ignorantes en lo que se refiere al medio ambiente, de nula capacidad para afrontar los problemas que enfrentamos en este sentido -por no hablar de muchos otros- y meras marionetas de los grandes poderes económicos que, aunque metiendo sus manos en la "transición ecológica", defienden, literalmente, a muerte