Escribir un 23 de diciembre que "la Navidad perjudica seriamente al medio ambiente" te garantiza que los pocos que te leen... seguramente ni te lean; que si algún despistado se lo encuentra, no le haga caso o se lleve las manos a la cabeza.
Sí, es cierto, cualquier actividad humana perjudica al medio ambiente pero la Navidad se ha convertido en una actividad sobresalientemente consumista -de 10, vamos- y su impacto sobre el medio ambiente, que alguien medirá o habrá medido, es fácil suponer que es muy fuerte. Y si perjudica al medio ambiente, no lo olvidemos, no lo dudemos, perjudica a nuestra salud, a nuestra existencia, a nuestro futuro... un poquito más, claro, un chorro de agua en un vaso colmado.
La Navidad todavía conserva esa prevalencia de lo familiar, el reencuentro, etc. etc. pero a la par su objetivo principal es el de consumir.
Un alto porcentaje de las ventas de casi todo se realizan en este período, en algunos casos el porcentaje es muy alto -y no sólo en los turrones aunque, por cierto, ¿cuántos turrones de los que se fabrican se venden, cuántos turrones de los que se compran se consumen realmente?
La economía se recupera un poco en este período, se habla de tantos contratos que se consiguen con motivo de las Navidades -y puede resulta patético que sea para brindar que unas miles de personas encuentren trabajo durante dos o tres semanas... ¿a eso aspiramos?
Por todo ello resaltar lo dañino que es la Navidad para los recursos naturales, la calidad del aire, el cambio climático -el medio ambiente, vaya, que eso es- merezca infinitas miradas aviesas de quien va a trabajar estos días, de pequeños comerciantes con el agua al cuello por los Amazon y demás... Tiritas para una crisis económica, de empleo, de sistema que nos va a salir muy cara... y quizá nunca sepamos cuánto.
En fin, están quienes se esfuerzan en proponer "unas Navidades alternativas", consumo más sostenible, cosas que comprar que sean realmente útiles... Dejo algunas, aunque la cuestión no sea esa.
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