El 2018 se va a despedir con una mala noticia para el medio ambiente, la biodiversidad y la protección de los animales.
Uno de los grandes cazadores de ballenas, Japón, vuelve a las andadas sin ningún tapujo.
Hasta ahora se había saltado los acuerdos de prohibición de la caza de ballenas con el "cuento" de la caza científica -entre 200 y 1.200 ballenas al año ha necesitado la ciencia japonesa, cuya carne luego ha sido consumida, lógicamente.
Es curioso que uno de los argumentos utilizados para volver a cazarlas nos suena mucho por aquí... la tradición, la cultura de un pueblo.
En el fondo, supongo, hay exclusivamente un interés económico: pese a que la carne de ballena representa el 0,1% del consumo de carne en Japón... si hay más oferta, habrá más consumo y más barato.
Y hay una máxima en todas estas cosas: que no se puede dejar de explotar un bien si éste es explotable. Todo ello cuando el mar está esquilmado y ya no es ninguna despensa inagotable.
Las ballenas son uno de esos emblemas de las luchas ecologistas -junto a los osos polares, la Amazonía...- Una de esas cuestiones que quien ignora o quiere ignorar lo que de verdad es el medio ambiente, utiliza de manera recurrente como burla o crítica hacia la protección integral del planeta -que se preocupen de la gente que se muere de hambre.
Por ello mismo, deben saltar las alarmas si un logro, aparentemente afianzado tras muchísimos esfuerzos, se viene abajo casi de la noche a la mañana.
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