Se acaba de conocer un estudio de la Universidad de Murcia que nos sitúa como los europeos con mayores niveles de mercurio en nuestro organismo, debido al consumo de pescado. Si bien esos niveles "no tienen efectos directos sobre la salud" son "niveles muy altos que hay que vigilar"
El consumo de atún y pez espada sería el mayor responsable y, sin dejar de consumirlos, la recomendación, en el caso del atún, es no superar las dos "latillas" -el popularísimo y recurrido producto, más aún en estas fechas- de atún a la semana. Como en otras situaciones, niños y embarazadas tienen más riesgos sobre su salud por consumir pescado.
Pero, más allá de la importancia de la noticia y de cómo afecta a nuestra salud, debería servir para reflexionar sobre nuestro ilimitado poder contaminante. Que algo tan inmenso como los mares alberguen semejante nivel de contaminación por un metal deja muy claro que no hay límite para nuestra capacidad de contaminar cualquier lugar del planeta, por inmenso o lejando que resulte. Lo estamos viendo en muchos otros casos, es una labor silenciosa, lenta, basada en pequeñísimas aportaciones -si esto es muy chico, ¿qué pasa porque lo tire?- y de efectos irreversibles e incontrolables, como casi todo lo que hacemos contra el medio ambiente.
No tenemos límites para contaminar, reaccionamos tarde y mal -y son muchos los que se oponen sistemáticamente a los intentos de arreglar las cosas, como vemos con Madrid Central-. El resultado de esa operación -ilimitados para controlar, lentos para reaccionar- es sobrecogedor.
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