Uno de los motivos por los que proteger el medio ambiente es crucial y uno de los argumentos más difíciles de entender por mucha gente es que las consecuencias de su deterioro acaban siendo globales. No hay hechos ni aislados ni pequeños cuando una especie desaparece, cuando en el Ártico las temperaturas son inusualmente altas o unas pequeñas almejas llegan pegadas al casco de un barco.
Estos días lo son -siempre dentro de un orden, siempre en un rango de atención menor- de incendios descomunales en muchas partes del planeta, incendios que venían ocurriendo sin que nadie supiera nada -Siberia, la Amazonía- y, de pronto, saltan a la palestra con la intensidad que merecen. Aún así, hay más todavía que pasan desapercibidos -siempre ha habido clases- como en el Congo o en Indonesia.
Por supuesto, habría que preguntarse e investigar -soñar es libre- cuánto de intencionalidad hay en ellos -especialmente en la Amazonía brasileña... fácil de imaginar- y la destrucción que están acarreando creo que escapa a nuestra imaginación pero... ¿y después? ¿Y, en otros sitios?
Vemos imágenes por satélite de las inmensas humaredas que se mueven por el planeta a la par que también inmensas cantidades de CO2 -ese que tratamos de reducir a toda costa- se han liberado.
Un ejemplo recurrente de cómo funciona el mundo está en la relación, con miles de kilómetros y mar de por medio, entre el Sáhara y la Amazonía -las selvas amazónicas no serían como son si no existiera el desierto del Sahara que las fertiliza con su polvo-. Y sirve para entender estas preguntas: ¿cómo influirá en el régimen de lluvias, vientos, en la temperatura toda la superficie que va a quedar desnuda, arrasada, en Brasil, Bolivia, Indonesia, el Congo, Angola, Siberia...? Y no
hablamos del próximo año, no sabemos ni de cuánto tiempo hablamos ni cuantas cosas más cambiarán en el clima y, al final, en nuestra vida cotidiana, por lo que está ocurriendo ahora. Seguramente nunca lo sabremos con certeza: cuántas vidas puede costar, cuántas enfermedades provocar, o sequías, o hambrunas...
Suena cursi cuando se habla de nuestro planeta como un hogar común... pero pocas cosas hay más ciertas y ese hogar está ardiendo por nuestra desidia, el cambio que estamos provocando y los intereses miserables de Estados, empresas y pequeños individuos elevados a la categoría de semidioses -de todo lo visible y lo invisible- por su ignorancia y la de los que los eligieron.