Sabemos que, no ya para ser político, sino tan siquiera para ejercer un cargo político, no hace falta ningún tipo de conocimientos. Cualquiera vale, si lo votan. Es lo que tiene la democracia.
No obstante, cualquier partido político que se precie procura que sus representantes tengan formación o conocimientos sobre aquello que tienen que decidir o ejecutar, o simplemente opinar... Salvo si hablamos de medio ambiente algo sobre lo que, como el fútbol, todo el mundo sabe, todo el mundo opina.
Siguiendo, tal vez, el desafortunado ejemplo de Donald Trump, en nuestro país cada vez son más los políticos que se aventuran a opinar y, peor aún, decidir, sobre temas medioambientales y, en especial, el cambio climático.
Lo hacen, casi siempre, sin saber o querer saber que recorren un campo de minas en el que la explosión nos puede mutilar a todos.
Ayer mismo Rocío Monasterio, en nombre del partido negacionista Vox, durante la sesión de investidura de la presidenta de la Comunidad de Madrid, decía:
Simple evidencia de lo que cree y de lo que se puede esperar del gobierno surgido tras la votación, que se apoya por completo en ese partido.
Sin salir de Madrid, su nuevo alcalde tardó unos minutos en tomar el poder y atacar una medida medioambiental y sanitaria fundamental, y seguramente tibia, como Madrid Central, aunque de momento le haya salido mal.
Antes, Mariano Rajoy utilizaba a un primo suyo biólogo para poner en duda el cambio climático...
No es cuestión de derecha o izquierda, por cierto, si bien cuanto más nos vamos moviendo desde la ultraderecha hacia la izquierda, mayor sensibilidad encontramos hacia las cuestiones medioambientales, aunque los hechos sean otra historia.
Pese a que todas esas declaraciones, todas esas decisiones, tienen mucho que ver con intereses económicos, a los cuales suelen representar muchos líderes políticos, no puedo dejar de creer que palabras como las de Rocío Monasterio, tan preocupada por la familia y los niños, tienen que partir necesariamente de no tener ni pajolera idea de lo que está hablando ni de las consecuencias que tiene, de ser ignorante de cero patatero en cuestiones medioambientales si bien eso, a estas alturas, no la exculpa ni a ella ni a los demás ignorantes que ocupan el poder de las gravísimas consecuencias que tienen sus palabras y sus actos.
Recordemos el principio de Hanlon:
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