domingo, 27 de octubre de 2019

Al hilo de... Gas a montones, pérdidas para todos. Ballena Blanca

La imprescindible publicación sobre medio ambiente, Ballena Blanca, nos ofrece un especial, esquemático y fácilmente comprensible, de lo que ha ocurrido con el gas en nuestro país.
La cosa viene de los mismos tiempos en que España iba a dar un salto cualitativo y cuantitativo en su "desarrollo": cuando había que construir muchísimas viviendas porque iba a haber muchísimos más habitantes -entre otros, los millones de emigrantes que nuestra economía necesitaba para progresar...-, había que dotar al país de kilómetros y
kilómetros de autovías y autopistas de pago -no iban a caber tantos coches en la península-, iban a ser necesarios muchos parques temáticos para entreternos tras trabajar en el sinfín de parques tecnológicos que se iban a crear. Y todo ello funcionaría "ecológicamente", quemando infinidad de metros cúbicos de gas -que, supuestamente, no emitía CO2.



Todo mentira, el cúmulo habitual de humo que se vende para que unos pocos -y, de rebote, unos cuantos más- se puedan enriquecer, arruinando el medio ambiente y a la mayoría. Una vieja historia.
De resultas, se dotó al país de 88.000 kms. de tuberías, una regasificadora de 400 millones de euros que está sin estrenar, un almacén de gas que produce terremotos, numerosas centrales -que empiezan a malvenderse-, todo ello, como dice el informe, con un bien del que no disponemos y con cargo al medio ambiente y a la factura de electricidad que pagamos.


Brillante trabajo, como siempre, de esta publicación, y lección magistral que políticos, empresarios y ciudadanía deberíamos aprender... aunque no me cabe duda de que se volverá a lo mismo si el temporal amaina.

lunes, 21 de octubre de 2019

Apuntes para un libro vivo. Ballenas, el capricho ecologista

Si hay un animal emblemático de la lucha ecologista, seguramente éste es la ballena -aunque los osos polares y las focas podrían disputarle el puesto.
La presión de organizaciones ecologistas, entre otras, ha conseguido moratorias en su pesca en más de una ocasión sin las que, posiblemente, ahora no existirían.
¿Y para qué son buenas las ballenas?, se preguntaban, y se preguntan, sin duda, todos los que miden el mundo -la felicidad, los actos humanos, etc. etc.- exclusivamente por la obtención de beneficios económicos.

Ciertamente, para muchos ha representado un capricho de barbudos que se echaban a la mar -mucho no tendrían que hacer- para salvar las ballenas, como si no hubiera problemas en el mundo realmente importantes...
Repetiré una vez más, porque hay demasiada gente que no quiere entenderlo, que este planeta es un enorme engranaje formado por infinidad de piezas y que cada una cumple su función -incluso los seres humanos... suponemos.

Precisamente un reciente informe muestra la importancia capital de la existencia de ballenas para nuestro planeta. No es de Greenpeace, WWF u otras organizaciones ecologistas o conservacionistas menos conocidas... es del Fondo Monetario Internacional, el FMI nada más y nada menos.
Y claro, lo hace en términos económicos: el beneficio económico que supone que una ballena, a lo largo de su vida, capture 33 toneladas de CO2, siendo tan efectivas como un bosque.
Sus heces, además, aportan minerales que fertilizan el fitoplancton -responsable de la mitad del oxígeno de la atmósfera y capturador, también, de CO2, sobre el 40% del que se produce.
No es aventurado, desde luego, afirmar que "donde se ponga una ballena, que se quite una COP" y sus grandes acuerdos firmados sobre papel mojado.

Fuente  

domingo, 13 de octubre de 2019

Al hilo de... Las cosas claras si queremos cambiar algo (y III) La Marea, núm. 72

Para acabar esta trilogía sobre lo publicado en el número 72 de la revista La Marea sobre medio ambiente, me salgo del dossier citado en los dos anteriores para fijarme en la entrevista que se realiza a la periodista Noemí López Trujillo sobre su libro de reciente publicación, El viente vacío, y su respuesta a la pregunta sobre la relación entre maternidad biológica y crisis climática, a lo que responde, principalmente:


¿De verdad el hecho de que nosotras no tengamos hijos va a revertir el cambio climático? Es una cuestión de reparto de recursos, pero al final desde la izquierda- que son las que difunden estos planteamientos- siempre estamos señalándonos entre nosotros, en lugar de señalar hacia arriba

Para solucionar los problemas hay que fijarse en sus causas. Obviamente el cambio climático no es reversible, sólo mitigable, pero ése y la mayoría de los problemas medioambientales que sufrimos tienen unas causas claras: somos mucha gente y consumimos mucho.

El mayor problema que tiene nuestro planeta es la explosión demográfica que vivimos desde hace décadas. No hay para tanta gente -mucho menos si nuestro consumo es cada vez más desaforado- y la cuestión no es, como se ha establecido como máxima, un problema de reparto, porque no hay pastel para tanta gente y las porciones tienen que ir, necesariamente, empequeñeciendo -otra cosa es que, además, estén mal repartidas.

Ese consumo desaforado no lo llevan a cabo sólo las élites o un reducido porcentaje de personas -aunque éstas tengan un mayor consumo per cápita- sino cada habitante de este planeta. También es obvio que los pobres consumen muchísimo menos pero es una gran masa -cientos de millones de personas en los países desarrollados y en vías de desarrollo- los que consumen energía, carne, usan el coche, producen residuos, etc. etc.

Por resumir esta trilogía, si no queremos ver las cosas como son, si nos atrincheramos en que los ricos son los malos y la mayoría sólo sufre sus consecuencias, en que es el sistema económico el único culpable y no asume cada cual su responsabilidad y su culpa y sus grandes posibilidades de cambiar lo que pasa... no cambiaremos nada.

domingo, 6 de octubre de 2019

Al hilo de... Las cosas claras si queremos cambiar algo (II) Dossier de La Marea sobre crisis climática

Una de las grandes asignaturas pendientes -que quedan siempre para septiembre- del activismo ecologista o, simplemente, de quien quiere darle la vuelta al deterioro medioambiental -analizado en mi libro, por cierto- es movilizar realmente a la sociedad, preferiblemente después de que ésta se conciencie. Que como individuos, grupo, país reaccionemos de una vez por todas.
Vemos cada vez más manifestaciones, convocatorias, gente en la calle. Actos más o menos multitudinarios y todo ello es estupendo, anima, para continuar, para ir a más... pero en cuanto miramos un poco más allá vemos a un porcentaje mínimo en la calle, a una minoría concienciada y actuando en sus casas, en sus trabajos, en su vida normal frente a una mayoría que cada vez consume más y cada vez se lleva más por actos -consumo, transporte, etc.- que agrandan el problema.

En el citado suplemento, Julia Steinberger, profesora de Economía ecológica en la Universidad de Leeds, da unas claves poco frecuentes para que se actúe, sin postureos ni modas, con la urgencia que se necesita -esa emergencia climática de la que se hablaba en la anterior entrada.

Por una lado tenemos el conformismo que inmoviliza: que un centenar de empresas sean responsables del 71% de las emisiones de CO2 lleva a mucha gente a pensar ¿de qué puede valer lo que yo haga? Pero, ¿quién le compra a esas empresas, en quién se fijan sus departamentos de marketing, de investigación sociológica para fabricar una cosa u otra, de una u otra manera? ¿No cambiarían sus formas si la gente empezara a comprar de otra manera, a preguntar de dónde viene tal cosa, cuánto nos ha costado realmente u optaran por alternativas respetuosas con el medio ambiente? Sin duda que sí, y eso sólo lo puede hacer cada una, cada día, desde el sitio que ocupa.

Por otro, dice Julia Steinberger -con más razón que un santo-: Las personas no entran en acción solo porque ven humo; entran en acción porque ven a otras corriendo con cubos de agua. Y añade: No es suficiente decirle a la gente que deben preservar el medio ambiente; las personas tienen que ver que lo hacen las demás.
En referencia a la primera frase... quizá no hay que concienciar y explicar tanto... que también. 
No hay duda de que puedes dar mil charlas, ofrecer un millón de datos contrastados, razonar, dialogar... pero un montón de coches amontonados por las inundaciones -coches como el tuyo, como el que te quieres comprar- harán mucho más efecto que todo lo anterior para reaccionar ante lo que pasa.
Sobre la segunda... Me pongo de ejemplo: estoy harto de grandes frases de políticos, de grandes intenciones de empresas y organismos, de acuerdos sin presupuestos, etc. etc. etc. Vaya, de "buenas intenciones" y nulas realidades. Decir y hacer es lo que nos da la impresión de que hace falta actuar; ver lo que se hace, que las cosas se pueden hacer.

Hidrógeno verde, una revolución que cambia poco

La primera vez que escribí en Raíz y Rama fue en 2020 y lo hice sobre el coche eléctrico, entonces y ahora uno de los baluartes de la tra...