Si hay un animal emblemático de la lucha ecologista, seguramente éste es la ballena -aunque los osos polares y las focas podrían disputarle el puesto.
La presión de organizaciones ecologistas, entre otras, ha conseguido moratorias en su pesca en más de una ocasión sin las que, posiblemente, ahora no existirían.
¿Y para qué son buenas las ballenas?, se preguntaban, y se preguntan, sin duda, todos los que miden el mundo -la felicidad, los actos humanos, etc. etc.- exclusivamente por la obtención de beneficios económicos.
Ciertamente, para muchos ha representado un capricho de barbudos que se echaban a la mar -mucho no tendrían que hacer- para salvar las ballenas, como si no hubiera problemas en el mundo realmente importantes...
Repetiré una vez más, porque hay demasiada gente que no quiere entenderlo, que este planeta es un enorme engranaje formado por infinidad de piezas y que cada una cumple su función -incluso los seres humanos... suponemos.
Precisamente un reciente informe muestra la importancia capital de la existencia de ballenas para nuestro planeta. No es de Greenpeace, WWF u otras organizaciones ecologistas o conservacionistas menos conocidas... es del Fondo Monetario Internacional, el FMI nada más y nada menos.
Y claro, lo hace en términos económicos: el beneficio económico que supone que una ballena, a lo largo de su vida, capture 33 toneladas de CO2, siendo tan efectivas como un bosque.
Sus heces, además, aportan minerales que fertilizan el fitoplancton -responsable de la mitad del oxígeno de la atmósfera y capturador, también, de CO2, sobre el 40% del que se produce.
No es aventurado, desde luego, afirmar que "donde se ponga una ballena, que se quite una COP" y sus grandes acuerdos firmados sobre papel mojado.
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