domingo, 12 de enero de 2020

Al hilo de... Víctimas colaterales de nuestros actos

Los espantosos incendios de Australia, que finalmente se han colado en nuestros telediarios, están dejando claro a quien no lo supiera todavía que poco podemos hacer contra las fuerzas desatadas de la naturaleza, a pesar de los sabios y poderosos que seamos o creamos ser.


Como toda catástrofe, tiene unas víctimas colaterales, que sin tener ninguna culpa se llevan, muchas veces, las peores consecuencias. Con nuestro probado antropocentrismo ignoramos, al hablar de víctimas de los incendios a los millones -480 se ha dicho- de animales que han muerto hasta ahora abrasados por esas llamas -la mayoría, muy simpáticos cuando los vemos en la tele: koalas, canguros...
Estos incendios están relacionados con una terrible sequía y esa sequía la sufren, más que nadie, los australianos que no viven en las grandes urbes que nos suelen mostrar la televisión, donde gente rubia y perfecta, físicamente hablando, toma el sol en las playas de un país cerrado a todo lo foráneo -especies invasoras, lógicamente, y extranjeros... a pesar de ser un país de extranjeros. Los aborígenes sobreviven con esa sequía y les han salido unos competidores que se manejan muy bien en esas situaciones, hasta cierto punto: los camellos y dromedarios.

Desde que un inglés llevara unos cuantos conejos a finales del siglo XIX para entretenerse cazando, Australia conoce lo que es alterar los ecosistemas. Desde entonces no han logrado controlar la población de conejos -aunque la situación no es tan catastrófica como lo fue al principio- pese a que han probado casi todos los métodos. Uno de ellos fue traer zorros... lo que resultaba muy lógico en Inglaterra, pero no en un país poblado por presas más lentas con las que los zorros también vivieron una "explosión demográfica".
Los caballos salvajes también han sufrido "salvajes" purgas, muriendo a millares desde helicópteros.

Ahora les toca a 10.000 camellos y dromedarios, que le quitan el agua a los sedientos aborígenes. De todas formas, parece decir el Ministerio, se van a morir de sed... "en algunos casos los cadáveres de los animales han contaminado importantes fuentes de agua y zonas culturales", arguye éste mientras el encargado de matar a miles de estos animales explica que "atacarán" cuando estén bebiendo agua, porque así habrá manadas mucho más grandes. Se supone, entonces, que recogerán después los 10.000 cadáveres... o no.

Cuando descontrolamos a la naturaleza con nuestra torpeza y nuestra ignorancia todo se vuelve absurdo... Los incendios se vuelven incontrolables, el agua se agota y las soluciones -casi siempre contra quien no tiene ninguna culpa- muchas veces no sirven para nada o para complicar más el problema.
Si nos metemos con la naturaleza, como llevamos décadas haciendo, estamos perdidos.







No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hidrógeno verde, una revolución que cambia poco

La primera vez que escribí en Raíz y Rama fue en 2020 y lo hice sobre el coche eléctrico, entonces y ahora uno de los baluartes de la tra...