Los espantosos incendios de Australia, que finalmente se han
colado en nuestros telediarios, están dejando claro a quien no lo supiera
todavía que poco podemos hacer contra las fuerzas desatadas de la naturaleza, a
pesar de los sabios y poderosos que seamos o creamos ser.
Como toda catástrofe, tiene unas víctimas colaterales, que
sin tener ninguna culpa se llevan, muchas veces, las peores consecuencias. Con
nuestro probado antropocentrismo ignoramos, al hablar de víctimas de los
incendios a los millones -480 se ha dicho- de animales que han muerto hasta
ahora abrasados por esas llamas -la mayoría, muy simpáticos cuando los vemos en
la tele: koalas, canguros...
Estos incendios están relacionados con una terrible sequía y
esa sequía la sufren, más que nadie, los australianos que no viven en las
grandes urbes que nos suelen mostrar la televisión, donde gente rubia y
perfecta, físicamente hablando, toma el sol en las playas de un país cerrado a
todo lo foráneo -especies invasoras, lógicamente, y extranjeros... a pesar de
ser un país de extranjeros. Los aborígenes sobreviven con esa sequía y les han
salido unos competidores que se manejan muy bien en esas situaciones, hasta
cierto punto: los camellos y dromedarios.
Desde que un inglés llevara unos cuantos conejos a finales del
siglo XIX para entretenerse cazando, Australia conoce lo que es alterar los
ecosistemas. Desde entonces no han logrado controlar la población de conejos
-aunque la situación no es tan catastrófica como lo fue al principio- pese a
que han probado casi todos los métodos. Uno de ellos fue traer zorros... lo que
resultaba muy lógico en Inglaterra, pero no en un país poblado por presas más
lentas con las que los zorros también vivieron una "explosión
demográfica".
Los caballos salvajes también han sufrido "salvajes"
purgas, muriendo a millares desde helicópteros.
Ahora les toca a 10.000 camellos y dromedarios, que le
quitan el agua a los sedientos aborígenes. De todas formas, parece decir el
Ministerio, se van a morir de sed... "en algunos casos los cadáveres de
los animales han contaminado importantes fuentes de agua y zonas
culturales", arguye éste mientras el encargado de matar a miles de estos
animales explica que
"atacarán" cuando estén bebiendo agua, porque así habrá manadas mucho
más grandes. Se supone, entonces, que recogerán después los 10.000 cadáveres...
o no.
Cuando descontrolamos a la
naturaleza con nuestra torpeza y nuestra ignorancia todo se vuelve absurdo... Los incendios se vuelven
incontrolables, el agua se agota y las soluciones -casi siempre contra quien no
tiene ninguna culpa- muchas veces no sirven para nada o para complicar más el
problema.
Si nos metemos con la naturaleza, como llevamos décadas
haciendo, estamos perdidos.
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