Hablaba hace dos semanas de que venían malos tiempos -peores, por lo tanto- para el medio ambiente. Aunque las abrumadoras noticias sobre la pandemia parecen no dejar hueco a más información, va surgiendo otras que describen muy bien el futuro que nos puede esperar.
El Covid-19 representa, sin duda, esa ocasión que muchos -gobiernos, empresas, instituciones, personas- estaban esperando para frenar e, incluso, echar para atrás los logros medioambientales conseguidos.
Todos ellos, y es de lo que se trata ahora, salvo algunas excepciones que es fácil imaginar, han venido mostrando, desde hace años, "un firme compromiso en la defensa del medio ambiente y la naturaleza, la lucha contra el cambio climático y todos los bla, bla, bla, que se quieran"
Era la moda, era lo rentable. Invertir en publicidad "verde", crear imagen hasta "ecologista", ponerse -el cinismo no suele conocer límites- como ejemplo de protectores del medio ambiente o, casi casi, inventores de su defensa.
Luego se hacía lo que se quería, siempre con la máscara del ecologismo y "lo verde".
Pero este virus está tirando muchas de esas caretas al suelo y cada cual acaba mostrándose como es. Si la defensa de la naturaleza ofrecía dividendos, ahora puede ofrecer más su aparcamiento en pos de la recuperación mundial, de la lucha contra la crisis económica, el progreso humano y todos los bla, bla, bla que se quieran.
Estados Unidos, con más de medio millón de contagiados y 20.000 muertos en el momento de escribir ésto, que está ofreciendo una pésima imagen de lucha contra la pandemia -pese a haber dispuesto de mucho tiempo para aprender de errores ajenos- encuentra la fórmula mágica para sacar cabeza desbloqueando la construcción de un oleoducto -aunque fue prohibido en 2015 por su grave impacto medioambiental- para dar empleo y relanzar las economía -lo que ocurrirá, al parecer, sólo durante su construcción- .
La lucha contra el cambio climático, a la que prácticamente nadie en Europa se opone, puede esperar, según la industria automovilística -que, no obstante, seguirá vendiéndonos las maravillas ecológicas del coche eléctrico que también producirán- para relanzar el sector -resulta más sarcástico aún el patrocinio por parte de Reanult-Nissan de la Cumbre del Clima de París.
Veladamente o no, son también organizaciones políticas europeas, en este caso del lado derecho del panorama político, las que abogan por cambios en las políticas o los dineros medioambientales. Sin duda será difícil encontrar entre ellas muchas que no celebrarán el Acuerdo de París -si es que acaso no estuvieron en su firma.
Caen las caretas y se sigue abriendo un panorama que nos aboca a nuevos desastres sanitarios y socioecónomicos.
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