domingo, 26 de agosto de 2018

Apuntes para un libro vivo. Para estos no hay vallas

Obsesionados con evitar que personas que huyen del hambre o la guerra puedan entrar en nuestro país, quienes en realidad se nos están colando sí son seres vivos peligrosos: las especies invasoras.
Animales y plantas que no están donde deberían y que desequilibran el medio natural con consecuencias, muchas veces, gravísimas para el medio ambiente, la salud o la economía.
Si bien sólo el 20% de estas especies son dañinas, como digo, su repercusión puede ser muy grave. Para saber más sobre ellas sin salir de este blog recomiendo, cómo no, el apartado al respecto de mi libro y dos artículos míos de hace unos años (I y II

El último visitante que ha llegado para quedarse y que ya tiene en vilo al Delta del Ebro, un río especialmente poblado y castigado por estas especies -siluro, perca americana, lucio,mejillón cebra, etc.-, está considerado entre las peores especies invasoras y ya está por todo el mundo aunque su origen es Norteamérica: la rana toro.
De mayor tamaño que las ranas que conocemos, puede llegar pesar hasta 1 kg. y, como suele ocurrir con este tipo de especies, se adaptan fácilmente a diferentes tipos de hábitats, temperaturas y tipo de alimentación. Sus daños pueden ir desde cambiar la salinidad de los ríos, pasando por alterar la vegetación y hasta albergar hongos, bacterias y virus.

Han llegado a nuestro país principalmente para ser criadas en granjas para nuestra alimentación y también se utilizan como animales de compañía. De una de esas granjas o de alguna casa donde la mimaran, han escapado ejemplares y desde los cuatro renacuajos encontrados en junio, a primeros de agosto ya se contaban 600 encontrados.
De nuevo, alterar la naturaleza no es sólo una cuestión de aficionados a los animalillos y las plantas si no que puede costarnos muchos disgustos y muchos millones la expansión de estas ranas pues, como alguien dijo, la mejor manera de combatir una especie invasora es evitando que entren... La rana toro ha saltado la valla.

domingo, 19 de agosto de 2018

Libros que se leen con una sola mano... Amarga dulzura

Después de leer "Amarga dulzura" no se vuelve a mirar igual el simple sobrecillo de azúcar que nos pueden poner con un café. Saber que para obtener un mísero sueldo un recolector debe dar cada día 130.000 vigorosos machetazos ya nos pone sobreaviso de lo que realmente vale cada grano de azúcar por insignificante que nos pueda parecer.

Hay tres aspectos en los que se fija este libro de investigación y que pone en entredicho la producción y el comercio de azúcar, sobre todo si proviene de la caña:

-el social. Resulta increíble, aunque fácilmente explicable, que la recolección de la caña de azúcar apenas esté mecanizada. Los sueldos de miseria e, incluso, las condiciones de semiesclavitud en muchos lugares en los que se recolecta no hace rentable la inversión en maquinaria

-el medioambiental. Pocos cultivos han contribuído tanto a la desforestación y la utilización de azúcar para agrocombustibles no hace más que aumentar la necesidad de encotrar tierras fértiles para cultivar caña de azúcar

-el de la salud. Es sobradamente sabido lo nocivo que resulta el consumo de azúcar. A ello se une su capacidad adictiva pero quizá lo peor es que vamos a consumir azúcar queramos o no, pues tres de cada cuatro alimentos que encontramos en un supermercado contiene azúcar, independientemente de que sea una pizza, salmón o una tarta.

De nuevo las periodistas del grupo Carro de combate desmenuzan con rigor un tema aparentemente inocuo pero trascendental para la economía, la salud, los derechos humanos y el medio ambiente dándole a ese sobrecito que quizás rechacemos o consumamos a medias el enorme valor que tiene.

domingo, 12 de agosto de 2018

Apuntes para un libro vivo. Abejas de alquiler

La presión de las grandes superficies hacia los productores para obtener mayores cantidades con las que compensar los bajos precios -que no siempre repercuten en el consumidor- y la propia agroganadería industrial que daña con sus métodos la biodiversidad en la que se asienta la producción alimentaria, llevan a situaciones como las que evidencian estas fotografías.

Los problemas para la polinización que acarrea la reducción del número de abejas -en buena parte por el uso de insecticidas como los neonicotinoides-, que en caso de ser total resultaría catastrófica, son especialmente graves en cultivos como el melón, las judías, el girasol, los almendros, etc. que dependen completamente de ellas. Por ello, en zonas de gran producción de melones y sandías, como algunas de la comarca de La Mancha, empieza a no ser raro alquilar colmenas durante la campaña, para compensar lo que la naturaleza no puede dar.


Además, como se puede comprobar con una sencilla búsqueda en internet, comienza a ser una práctica, un negocio, en general el alquiler de colmenas para polinizar todo tipo de cultivos que necesitan de esta especie en declive para salir adelante.

Una vez más se comprueba que las consecuencias del deterioro medioambiental no son algo por venir, sino que poco a poco -en el mejor de los casos- nos van atrapando en círculos viciosos -utilizar químicos para la producción agrícola que reducen la polinización natural y obligan a prácticas artificiales para poder seguir produciendo- que nos llevan a una cada vez mayor dependencia de métodos costosos y muchas veces dañinos.

domingo, 5 de agosto de 2018

Libros que se leen con una sola mano... Medio ambiente y salud

Carme Valls-Llobet, la endocrinóloga autora de este libro, nos advierte al principio de que no es su intención alarmar sino contar lo que hay para evitar consecuencias negativas. Pero leyéndolo, más aún con lo fundamentado de toda la información que aporta, es inevitable sentirse rodeado de innúmeras sustancias químicas que, en la mayoría de los casos, no controlamos y que nos pueden dañar de diferente formas
 -directamente, por acumulación, asociadas a otras, en determinadas condiciones físicas o de salud...

Nuestra manera de vivir conlleva la convivencia con miles de sustancias químicas nuevas que están no sólo en los lugares o productos que se fabrican, sino en el aire, en el agua... en nuestros mismos hogares vivimos entre sustancias que utilizamos para la higiene del hogar, la propia, cosméticos... Muchos de estas sustancias perviven durante mucho tiempo en el medio ambiente -los compuestos orgánicos persistentes- y pueden viajar a lo largo y ancho del planeta, de manera que ningún individuo, esté donde esté, queda libre de tener en su organismo químicos que le pueden dañar.

Todo ello pone en riesgo nuestra salud y provoca consecuencias evidentes como alergias, cánceres, infertilidad...
Pero, como bien dice la autora, no se trata de asustarse, sino de conocer y actuar para poder vivir de una manera en la que no dependamos de sustancias que nos dañan gravemente.

Como en otras ocasiones, Carme Valls-Llobet aplica la perspectiva de género al hablar de salud: las mujeres no sólo sufren más los efectos de sustancias químicas nocivas -por ejemplo debido a su mayor cantidad de grasa corporal- sino que quedan muchas veces al margen de los estudios médicos, que se realizan sólo entre hombres.

miércoles, 1 de agosto de 2018

Apuntes para un libro vivo. África, de donde huyen

La masiva llegada estos días de personas refugiadas a nuestro país, la mayor parte procedente del África subsahariana, nos pone sobre la mesa a la hora de comer o cenar el problema de la huida de miles de personas de sus lugares de origen, más aún que los cientos que han muerto tratando de llegar o los inhumanos comportamientos de gobiernos europeos y democráticos hacia ellos.
Ante lo inmediato, obviamente, se buscan soluciones inmediatas pero que puedan ser duraderas, ignorando, como se viene haciendo sistemáticamente, las causas, lo que condena al fracaso esas posibles soluciones.

La guerra, el hambre, la pobreza obligan a esas personas a huir y a arriesgar lo que les queda en el intento por llegar a Europa, sea por una puerta u otra -la que movimientos geopolíticos o de mercaderes de personas marquen. Detrás de todas esas causas, en mayor o menor medida, está el deterioro medioambiental, el cambio climático, la desertización... y el agotamiento y acaparamiento de recursos naturales.
Tendemos a asociar África con pobreza... y es así, en muchos casos, referido a sus habitantes aunque no a sus riquezas naturales. Como suelo decir, la R. D. del Congo es el paradigma de cómo la riqueza de un país sirve sobre todo para su desgracia. Y así ocurre en muchos otros países africanos.

Más aún, África se ha convertido en el lugar donde encontrar y acaparar todo lo que nuestro insostenible consumo -especialmente en nuestro primer mundo donde acuden todas esas personas o el de los países en vías de desarrollo- necesita para seguir funcionando como si no existieran límites. Países del norte compran sus tierras fértiles, barcos chinos, coreanos u holandeses sobreexplotan los caladeros de África occidental o se acapara su petróleo barato 
Guerras civiles interminables se apoyan en materias primas que consumimos habitualmente -coltan para móviles, ordenadores, etc., uranio para la producción nuclear, cacao, etc. etc.- y cuando estos recursos pueden escapar del control de occidente, se interviene directa y "humanitariamente" como en Libia o Mali.

Puede ser duro admitir que nuestro desenfrenado consumo de recursos y de recursos baratos tiene mucho que ver con todas esas personas pero, a poco que se rasque en la superficie, resulta tan obvio como la relación entre estas huidas masivas y la explotación incontrolada e irracional que hacemos del medio ambiente, en general y muy especialmente en África. 

Hidrógeno verde, una revolución que cambia poco

La primera vez que escribí en Raíz y Rama fue en 2020 y lo hice sobre el coche eléctrico, entonces y ahora uno de los baluartes de la tra...