Lo peor de todo, quizás, es que no se trata de opiniones o creencias, sino de hechos, de un mecanismo que pusimos en marcha hace mucho tiempo y que hemos ido acelerando hasta hacerlo imparable y ante el que, como en Colapsología se dice, citando a Clive Hamilton, "los deseos inútiles no bastarán"
Colapsología, en su parte técnica, incide en todas las evidencias que Antonio Turiel nos cuenta en su Petrocalipsis: unos recursos renovables a los que no concedemos ni el descanso necesario para que, precisamente, se renueven -agua, pesca, suelos, bosques-, unos recursos no renovables que superan o se acercan a sus picos, tras lo que desciende su producción -petróleo y demás recursos minerales-, una sociedad asentada en un enorme consumo energético que no deja de crecer y unos "refugios" ante todo ello que tenemos depauperados o heridos de muerte -ecosistemas, biodiversidad. Por lo demás sus autores -que lo publicaron en Francia hace cinco años- nos hablan claramente de un colapso -que puede ocurrir de determinadas formas- tras el que nada volverá a ser lo mismo... y algunas o muchas cosas dejarán de ser.
Esta entrada viene a reflejar muy bien lo que han sido las entradas de este blog en este año, que recordaremos como el de la pandemia pero en el que, por ejemplo, también se ha empezado a hablar -y a mostrar- sin tapujos de la terrible situación que se nos viene encima. Será quizá que se ha perdido el miedo a que te tachen de agorero, porque a los "agoreros" que predecían una pandemia como ésta, hoy se les respeta. O quizá, también, porque es el último recurso para que hagamos algo, que no evitará el colapso, pero reducirá sus efectos o nos servirá para encauzarlo y que no sea el definitivo. Al fin y al cabo, como dice Hans Jonas, "la profecía de la desgracia está hecha para evitar que ésta se produzca"
Las cosas son como son y, como oí decir hace poco a un médico, "contra los hechos no hay argumentos" Cerrar los ojos no frena al coche que viene directo hacia nosotros, ni lo desvía. Vean El colapso, quizá sus imágenes sirvan más que las palabras y los datos y podamos abrir los ojos, pero abrámoslos. Ya no va a haber más timbres anunciándonos que tenemos que volver a la sala si no queremos perdernos la representación.