He de empezar por desdecirme y rebatir mi propio título, aunque no es más que una aclaración necesaria: esas "primeras sombras" en la bonita transición ecológica que nos suelen contar sólo son primeras en nuestro país y por su relevancia ante el gran público. A nivel mundial o sin la debida relevancia son muchas las sombras, como he relatado y relato, que oscurecen el futuro "verde" y "limpio" que desde tantos sectores -incluido el ecologista- se plantean.
Pero referida a esa transición "nacional" hacía las "energías limpias" y el coche eléctrico y "ecológico" -demasiadas comillas, demasiadas cosas que se cuentan a medias- esta semana ha saltado una de esas noticias que nos suelen poner cierto mal cuerpo y sembrar el resquemor: Marruecos reclama para sí aguas del Sahara Occidental -ese territorio que para la ONU es la última colonia africana y que Marruecos mangonea desde hace años como quiere con el visto bueno de Estados Unidos- Pero, se da el caso, de que esa misma reclamación también la ha hecho con anterioridad España. ¿Y por qué?
Por lo de siempre: bajo esas aguas, en las antiquísimas montañas submarinas conocidas como las "abuelas canarias", hay muchos minerales, sobre todo telurio, y también cobalto.
Aunque cuando comenzó el "boom" de la energía solar fotovoltáica nos contaron que se utilizaría para fabricarlas silicio y éste era el segundo elemento más abundante en la naturaleza -no habría problema, podríamos derrochar, incluso- el telurio se ha ido demostrando mas eficaz mientras la demanda de paneles solares se va disparando. Las "abuelas canarias" representan, de lejos, el mayor yacimiento del mundo de este mineral.
El cobalto, por su parte, además de para otras aplicaciones, es fundamental hoy en día para las baterías de los coches eléctricos, otro producto en fase "boom" con el argumento de ser alternativa para reducir el cambio climático.
Pero cualquier cambio, cualquier transición ecológica, medioambiental, energética... que no pase por el ahorro y la eficiencia y por cambiar radicalmente la manera en que consumimos y producimos será esclava de las limitaciones de recursos naturales que demandará de manera masiva y la disputa por estos estará, y está, servida, con consecuencias que se nos escapan y que raramente serán buenas.